miércoles, diciembre 22, 2010

Previo a "La ruta de los niños en el Paisaje Agavero. Un diario de viaje"

Este texto me lo encargó Ana Lucía González, para incluirlo en su reporte a la Secretaría de Cultura. El libro se publicará en enero. Lo transcribo tal cual es:

La cultura infantil en México se ha desarrollado de la mano del mercado editorial y las instituciones. A pesar de que su motor es, en buena parte, comercial y política, poco a poco ha dejado atrás aquella preocupación proteccionista que veía a la infancia de la mano de la inocencia y la ternura, para mostrar el mundo tal y como es. Los niños son una realidad, viven, no son ciudadanos del futuro, son habitantes del presente y observan, se preocupan, piensan, reflexionan.

Este proyecto, para el que se unieron la Ruta del Tequila y la Secretaría de Cultura, no sólo es una muestra de voluntad política movida por preocupaciones comunes, sino una manera de acercarse a la comunidad de una región (como todas en México) llena de riquezas, pero con un capital humano y natural que la ha catapultado a la vitrina internacional.

Una región como la que rodea al Volcán de Tequila, ha comprendido poco a poco que el turismo trae beneficios a sus hogares. Y quizás lo que le falte comprender es que esta gente llega a visitarlos por su historia, por ese patrimonio que tiene su base en la vida cotidiana.

Por todo lo anterior, ha sido para mí de un aprendizaje invaluable participar en el proyecto al lado de Ana Lucía González y Margarita Arana. Quienes me invitaron a ser parte con lo creativo para llevar la experiencia a un libro, a algo tangible capaz de pasar de mano en mano y de oreja en oreja.

En más de diez años de trabajo como promotor de cultura infantil y en la parte editorial, me había encontrado con esfuerzos valiosos donde las instituciones dan voz a los niños a través de textos o dibujos para llevarlos a publicaciones. Sin embargo, he notado que esta preocupación terminan por ser enriquecedora para la pequeña muestra de quien participa y para algunos adultos que encuentran algo valioso por el esfuerzo que representa. Sin embargo, estos libros no se quedan en el gusto de los niños. Se quedan en el área de lo políticamente correcto. Los niños reconocen algo de calidad, de valor estético en el primer instante.

Fue por eso que buscamos un producto híbrido que en lo visual contara con la calidad de un profesional, con intervenciones de los niños de la región. El libro que trabajamos es un experimento, un riesgo que valía la pena correr, donde se pueda ofrecer algo atractivo para ellos sin dejar de lado la participación de la muestra de niños de los municipios de Teuchitlán, Ahualulco, Etzatlán, Tequila, Magdalena, El Arenal y Amatitán, ni el elemento educativo que parte de su reflexión.

La metodología planteada por Ana Lucía fue fundamental para no perder la brújula y, sobre todo, para no cargar todo el peso hacia lo institucional y ser congruentes con el objetivo de dar voz a los niños, hacerlos reflexionar acerca del valor de su patrimonio y regresarles esa experiencia a través de un libro.

Para mí como escritor ha sido de mucho aprendizaje trabajar en equipo, tener una sombra que cuida cada línea para no perder el sentido de las cosas. Como editor me queda claro que, por lo general, para un autor y un ilustrador es muy difícil aceptar que se les intervenga en su labor. Sin embargo, abrir los sentidos hacia los niños para dejarlos entrar en el trabajo personal, dota de una vitalidad que en pocas ocasiones se puede obtener.

lunes, diciembre 06, 2010

Scott Pilgrim vs. The world


Sorprendido. Con mucho qué decir. Complacido. Estimulado. Contento. Fan. Así terminé al salir del cine después de ver Scott Pilgrim vs. Los ex de la chica de sus sueños (Scott Pilgrim vs. The world). Un domingo cualquiera, como todos, recibo la invitación de Elizabeth para ir a verla. Ella me dice: “te va a gustar mucho. Ya la fui, pero quiero ir de nuevo”. Desde entonces tuve la sospecha de que sería una buena elección.
Me reconozco ignorante acerca de la serie de Scott Pilgrim (historieta situada entre el manga y cómic gringo del canadiense Bryan Lee O’Malley), y quizás por eso vi la película con todas las libertades que puede tener un neófito.
Scott Pilgrim es un chico de 20 que toca en una banda, tiene una novia de 17 años pero está enamorado de una mayor que él (típico). Sin embargo, para poder estar con ella, necesita vencer a sus siete exnovios (hasta aquí todo parece una comedia romántica de adolescentes). El asunto es cómo se cuenta la historia.
Hace años que el lenguaje de la historieta alimenta al cine y, en el mejor de los casos, lo lleva a otro nivel (existen casos como Sin City o Hellboy). Sin embargo, el director Edgar Wright (Zombies Party) decide divertirse, jugar con los cortes de las viñetas, olvidarse de la estructura lineal, despreocuparse del sentido del tiempo, convertir la autocensura en una arma, caminar sin tapujos entre la realidad y la fantasía al grado de jamás dejar claro cuándo es una y otra (no tiene caso) y retratar a una generación mediática como la actual.
Scott, un muchacho común, vive frente a la casa de sus papás con su amigo gay, duerme con él sin serlo (no tiene por qué ser así) y eso no asombra, es de lo más cotidiano, como la bisexualidad, como conectarse a internet, como tocar en una banda, como jugar videojuegos. Ha tenido muchas relaciones, todas fallidas, y se siente incapacitado para decir la palabra “amor”. A lo largo de la cinta, las onomatopeyas, propias del cómic, aparecen una y otra vez, y las peleas con los “ex” se convierten en luchas al estilo Street Figther. Los vencidos, claro está, representan puntos y, lógico, monedas (coins) del tipo de Mario Bros.
La banda sonora es, en gran medida, música punk y es inevitable recordar en repetidas ocasiones a grupos como Pixies y The Ramones (no por nada la chica de la que se enamora Scott se llama “Ramona”). Y uno de los momentos memorables es un enfrentamiento entre la banda de Scott (Sex Bob-omb) y un par de DJ’s.
Reconozco que evaluaba a Toy Story 3 como mi película del año. Para mí, Scott Pïlgrim vs. The world (suena mejor que en español) se la llevó. Es una película que sorprende más y más, que hace reír y hace pensar, donde el tema del amor propio (fundamental en terapia) es tratado de una forma que nunca había visto. Puedo decir también que es una cinta de culto, de época, como en los 90 lo fue Trainspotting y que pocas veces, al salir de la sala, me he sentido así de conmovido.
Hay que ir, pero ya... Dudo que en Guadalajara esté más allá del jueves.

viernes, noviembre 26, 2010

Pausa

En lo que va del año, no había sentido esta deliciosa sensación de presión laboral. Lo curioso es que siempre llega en las mismas fechas. Si no era FIL, era la Feria Nacional del Tequila y el informe. Hoy, la entrega del proyecto de difusión para la Ruta del Tequila (libro unfantil y gaceta) me quita el sueño, me obliga a ser creativo y eficaz en corto tiempo y me pone en una situación de la que no puedo quejarme. Hago lo que me gusta, lo que sé hacer bien, trabajo con un equipo de personas que respeto y admiro y lo mejor de todo, lo que va hasta ahora, me entusiasma.
Sí, tengo diez días para entregar y no me salen las cuentas, pero ahora que visité al San Francisco de Coyoacán (el mismo que me habló hace un año), recuerdo que estas encomiendas tienen solución, no estoy solo, todo se pondrá en el sitio que corresponde y saldrán bien las cosas.
Lunes y martes me daré un tiempo para ir con mis proyectos, de stand en stand, esperando que a alguna editorial le puedan interesar. Voy preparado. No es fácil que a un desconocido le abran la puerta así nada más, pero eso no me puede quitar la idea de seguir en el camino de los libros para niños. Ya habrá modo. Paciencia.
Ahora tomo una pausa para pensar. El trabajo, la presión económica, una situación personal, otra, me hace montar mi carpa de circo de cinco pistas y que me olvide de ese momento de reflexión que pone todo en su lugar. Una pausa es ganar tiempo, hacer que éste funcione de manera óptima y que la corriente vaya a donde quiero llegar.
Este año ha sido el más difícil que he tenido en lo económico. También es en el que he tenido menos dudas y he encontrado paz. Me siento bien conmigo y consciente de que no iba a ser fácil elegir una independencia como la que ahora vivo. Eso le da orden a todo. El dinero llegará, el trabajo aquí está, y los medios aparecen en mi camino. Dios me consiente.

viernes, noviembre 12, 2010

Guadalajara-FILIJ-Guadalajara


El mes se pasó y ni cuenta me di. Es más, ni había entrado aquí a revisar cómo van las cosas. En fin. Octubre fue para retomar camino, para poner todo en orden en el proyecto de la Ruta de los Niños en el Paisaje Agavero, para al fin titularme y para renovar votos.

*

Ayer fui a visitar al San Francisco de Asís de Coyoacán, en una parada obligada antes de dirigirme a la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil que llega a sus 30 años y que me hace recordar cómo desde hace tiempo acudo a encontrarme con novedades (acá es más fácil detectarlas porque en la inmensidad de la FIL de Guadalajara todo se pierde) y establecer contactos.

En el Cenart (DF), recuerdo cómo vine la primera vez para hacer coberturas. Eso fue hace algunos años... Creo que desde 2002. Aquí vi a Rocío Coffeen recibir un premio como ilustradora y tuve la oportunidad de entrevistar a gente como: Pascuala Corona, Mireya Cueto, Juan Gedovius, Francisco Hinojosa, Gabriel Pacheco y de darme cuenta que los autores para niños no están acostumbrados a las entrevistas. Entre todo lo que envuelve a la capital del país, prácticamente resultan de nulo interés para la prensa. Triste.

Lo anterior me hizo pensar en mis amigas y colegas: Tessie Solinís y Érika Zepeda, a quienes admiro y con quienes conformo un reducido grupo de autores tapatíos para niños. Me di cuenta de que si los autores que viven en el DF son ignorados, pues nosotros que vivimos en Guadalajara estamos aún más en la orilla. Esto me hace entender por qué muchos de ellos cuidan con tanto celo su sitio.

Todo esto me recuerda a Michael Ende, quien habla de los autores para niños como una pequeña tribu que no tiene cabida entre los demás escritores. Y a pesar de eso, puede parecer extraño pero no me siento excluido. Seguro es porque no me siento parte ni me interesa. Mi familia está conformada por gente que ha hecho que la cultura infantil crezca en calidad y oferta en Guadalajara: Jorge Triana y Cynthia García; Miguel Ángel Gutiérrez y Ana Zataráin; Tessie, Érika y Yademira (quien debería publicar porque es muy buena escritora), Gilberto Domínguez, Araceli Aguerrebere, Luis Delgadillo y Maya Peñafiel, entre otros que me hacen recordar la importancia de aquel Encuentro Nacional de Promotores de Cultura Infantil que sirvió para revisar el trabajo que se realizaba hace 15 años y homologar criterios.

El caso es que vengo y me doy cuenta de que quienes escribimos para niños en Guadalajara somos los marginales de los marginales. Y que eso nos pone en pie de lucha constante. Me pone feliz ver que Érika ha sabido colocarse entre un par de editoriales importantes; me pone orgulloso encontrarme con más y más libros ilustrados por Cecilia Rébora y Ale Barba; me inspira siempre la guerrera de Tessie; me pone de buenas ver cómo crece y mejora cada vez el espectáculo de Luis Delgadillo hasta convertirse en uno de los mejores del país (ni cómo cuestionar eso), y me anima ver que en teatro, tanto Fausto Ramírez y Susana Romo, como Luna Morena, crean los mejores montajes para niños, en una tendencia interesante, donde se le pierde el miedo a los temas.

En fin. Vengo a FILIJ y me encuentro con que Petra Ediciones, de Peggy Espinoza, es protagonista siempre y con que tenemos mucha calidad en propuestas y aún más potencial, en mi ciudad. Ahí es donde no es posible y sí es muy triste que tanto FIL Niños como Papirolas, así como los museos El Globo y Trompo Mágico, nada más no encuentran para dónde jalar.

*

Hoy es Día Nacional del Libro (por ser natalicio de Sor Juana), y me regalaron "Claridad Errante", de Octavio Paz.

*

En la FILIJ está la exposición "Las imágenes cuentan". Se trata de una retrospectiva de ilustradores de 1979 a 2010. Allí encontré dos originales de Rocío Coffeen: Eñe y Eme, del libro "Cuentan de algunas letras" que escribí. Me hicieron el día. Pronto llegará el editor valiente que quiera publicarlo de nuevo. Deben quedar unos 10 ejemplares a la venta en la librería del Exconvento del Carmen.


jueves, septiembre 30, 2010

Don Toño, el del aseo


No me gusta escribir por encargo, pero hice una excepción porque el tema dió para algo que consideré divertido. Es para todos los que en la escuela recuerdan al señor del aseo. Yo recuerdo, sobre todo, a Don Jorge, de la escuela de mi mamá.

Puede cantarse, como juego de palmas y el nombre se puede cambiar según la persona que tengan en su escuela.



Don Toño

Don Toño abre, abre que abre
y nos limpia el salón, salón, salón.
Si salgo al recreo, creo, qué creo,
nos presta el balón, balón, balón.

Don Toño barre, barre que barre
y le dice a Ramón, Ramón, Ramón
Hoy pórtate cuerdo, cuerdo, qué cuerdo,
serás un campeón, campeón, campeón.

Don Toño silba, silba que silba
Aquella canción, canción, canción.
Y se sube a su bici, bici, qué bici,
y le decimos adiós, adiós, adiós.

jueves, septiembre 23, 2010

Bordando tu voz

Este texto salió de un taller que acabo de tomar con María Baranda. Muy enriquecedor. Va dedicado sobre todo a mi tía Gracia, mi mamá y mi tía Martha, que seguidito entran a leer qué publico por acá:


Bordando tu voz

Tu voz se perdió en la caja de la costura.
Dejó de cantar el aililí, también el ailalá.
Y es probable que se haya enredado entre el estambre
del gato y los seguros.
La esculco y aparecen tus frases bordadas en punto de cruz.
Y tu llanto se sujeta con un alfiler.
Canta una zarzuela llena de holanes, es un tango que sale del ritmo de dos agujas que no dejan de tejer una extensa bufanda que cuelgo al cuello y arrastro al piso y sale a la calle a enterarse de lo que pasó con la vecina hasta detenerse a rezar un rosario en aquella iglesia.
Si sacudo la caja, se abotonan mis orejas.
Si la vacío, los hilos buscan mis ojillos para tratar de ver
lo que recuerdo de ti.
Para oír de nuevo, pongo atención al susurro de cada encaje.
Y decido bordarte en lila, en la punta de un pañuelo.

lunes, septiembre 20, 2010

97 y 104

La señora teje sentada en una silla. Le hablamos. Responde con amabilidad. ¡Pasen! dice con entusiasmo, apenas se puede levantar, deja su tejido, camina y nos habla de sus plantas, de cómo le gustan las flores. Son mi alegría, me quieren porque las quiero, también tengo chiles y allá atrás tengo un palito de limas. ¡Vayan! Agarren una bolsa de plástico y llévense unas. La seguimos lentamente hasta la parte trasera de la casa. No le ayudamos a caminar. Para ella es un logro valerse por sí misma. Para nosotros, un milagro. Mi esposo está recostado. Es que ya está viejito, nos dice, y se entiende la broma luego de que nos confiesa su edad. Yo tengo 97 años. Echamos una decena de limas. ¡Pero llena la bolsa! ¡Ahí tenemos mucho!, reprende con amabilidad. Estamos en un rancho llamado Palmitos. Estamos casi 100 años atrás. Bueno, 104, si se trata de hablar de la edad de Don Chuy, quien sale del baño, levanta una silla de plástico y la acerca para platicar. Se sienta, sube los pies en la silla y recoge las piernas con los brazos. Es como un pequeño tótem. Toda la gente recuerda que así se acomoda desde siempre.

Nos hablan de sus 6 hijos, de sus casi 30 nietos, de sus muchos más bisnietos, de las vacas que vendieron porque ya no las pueden atender. Es lo que le dije, mira, vendemos las vaquitas y nos compramos una buena para nosotros, explica ella. Nos da ocho litros diarios, agrega él, quien recuerda todo, quien habla poco, quien nos observa mientras pensamos en sus muchos años y nos damos cuenta de la brevedad con que ellos nos hablan de su vida.

Fui jimador. Hacíamos vino en una taberna que tenemos por aquí. Venían arrieros desde Zacatecas. También fui curtidor. Escuchamos historias. Las que él nos quiera contar, las que ella nos quiera compartir. Él de lo que hacía, ella de la familia. Nos ayuda una nuera. Viera qué buena me salió. Es como mi hija. También nos viene a ayudar una nieta. Algunos se van para Estados Unidos. Nos mandan un dinerito. Nos invitan a que vayamos. Éste no quiere, dice que no, que para qué va. Que mejor se queda.

Nos hablan de los mosquitos que hay ahora y antes no, de las muchas horas que hacían para cruzar la barranca y llegar a Tequila, de lo mucho más que hacían para Guadalajara, de lo poco que ahora se hace porque ya hay carretera y de la camioneta que les regaló un nieto por si hace falta llevarlos al doctor, consigan un chofer y los lleven.

Escuchamos. La vemos sonreír, a él contemplar distraído la casa donde se crió, los árboles de en frente, quizás recordando más su pasado. Nos hablan de las gorditas con manteca que cargaban los arrieros, del ponteduro hecho con maíz y la panocha del piloncillo, de los rollos de carne seca que traían de El Teúl y de Florencia a cambio de tequila.

Yo le digo a ella que ya se deje de obra, que ya deje las plantas, pero no se está en paz. Mire, él me dice eso, pero mis flores son pura felicidad, mi alegría. ¿Para qué quiero estar ahí sentada sin hacer nada? Yo disfruto mis plantitas, mis florecitas, yo las riego, les hablo bonito y ellas me quieren… Luego hay gente más nueva que yo que ahí se ve toda viejita.

Así sucede. No se están en paz. Ayudados de su bordón caminan, se cuidan, siguen juntos y encuentran en unas flores, en la próxima celebración de los 105 años, en la llegada del nuevo bisnieto, motivos para continuar.

miércoles, septiembre 15, 2010

Educar al grito de guerra


Que los niños héroes, ni eran niños, ni eran héroes; que Porfirio Díaz no fue siempre tan villano como se cuenta; que Antonio López de Santana amaba a México y pudo ser el primer nacionalista; que Benito Juárez intentó abrir un camino comercial que uniera al Pacífico con el Atlántico (lo que ahora es el Canal de Panamá) por el Istmo de Tehuantepec y, aunque no duró tanto como Díaz, también fue un dictador; que algunos de los que iniciaron la Guerra de Independencia en realidad querían otra cosa, se les fue de las manos y terminaron luchando por nuestra libertad; que Estados Unidos ha manejado nuestro destino durante casi 200 años, son datos que pueden impactar a cualquier adolescente de secundaria. Al final, esto resulta ser más traumático que saber que el Niño Dios, Santa Claus y Los Reyes Magos, no son quienes nos traen en persona los regalos navideños.

No lo he vuelto a ver para agradecerle, pero mi profesor de segundo y tercero de secundaria, Ocampo, rompió con mi versión rosa de la historia de México y eso, sin duda, influyó en mí para quien soy ahora. De plano nos dijo que las monografías de papelería y los libros de texto no servían para nada, que no existía uno solo que sirviera para la clase y nos pedía que investigáramos, en más de una fuente, para que escribiéramos en nuestro cuaderno empastado lo que descubrimos del tema. A mí y a mis compañeros, nos parecía inútil esta labor. Sin embargo, ahora pienso que, en realidad, hizo que creáramos nuestros propios libros de historia.

Estemos de acuerdo o no con estas versiones de la historia, en aquel momento el maestro nos movió el tapete y, obvio, lo juzgamos de loco y mentiroso porque siempre nos habían dicho otra cosa. “Ni modo que todos estén equivocados, menos él”. Entonces, en mi casa encontré un libro de González Blackaller y descubrí esas otras versiones. El hallazgo me garantizó dieces en la materia (lo recuerdo bien porque tuve pocos en la secu).

Menciono lo anterior luego de que en todo este sano debate que llega con las fechas, hay una constante: la educación. Éste es el punto de acuerdo, y entender lo que sucede en nuestro convulsionado país es comprender cómo estamos en cuestiones de educación formal y, sobre todo, no formal. Sí, puedo tener un buen maestro en la escuela que me enseñe de la historia, pero de nada sirve si en casa no recibo atención o soy violentado.

Mi madre me contó hace años que tuvo un alumno que cuando grande quería ser violador. Hoy, es de lo más común encontrar niños que quieren ser narcos y las razones son simples: no estudian, tienen mucho dinero, viejas, casas, camionetotas, les hacen canciones chidas y además salen en la tele. Si en casa apenas como y tengo un papá desempleado, obvio que aspiro al narco. O más de cerca, si no tengo trabajo, a nada le atino y tengo una familia que urge de alimentos, el narcoempleo siempre tiene las puertas abiertas para mí.

Entonces, ¿qué debemos hacer? Sí, vale la pena exigir mejor educación a los gobiernos pero, sobre todo, estar atentos con lo que hacen, ven y piensan nuestros hijos. El ejemplo me sirvió para darme cuenta de que mi padre, en su época de muchos meses de desempleo, prefirió no llevar dinero a la casa que aceptar un trabajo ilícito. Hoy, vemos a muchos empresarios valientes y ejemplares que prefieren cerrar sus negocios cuando son obligados, por los sicarios, a vender drogas. Valdría la pena reconocerles su heroísmo en estos tiempos, porque a su manera defienden el país y educan más de lo que pueden creer.

Leer para conocer nuestro pasado y nuestro presente, observar la realidad con sentido crítico, nuestras vidas con sentido autocrítico, discutir (en el sentido enriquecedor del término), exigir mejor educación y, sobre todo, educar con el ejemplo, son las armas que podemos emplear cuando, como dice el himno, nos ponemos los mexicanos al grito de guerra.

domingo, septiembre 12, 2010

Motivos para celebrar


Claro. También el tema Bicentenario ha atraído muchas posturas críticas (algunas que sirven hasta como pose para vernos más intelectuales) y ante éstas, aparece gente como el anónimo que me dejó mensaje en el texto anterior. “Está bien estar enterado de cómo fueron las cosas”, dice. “Pero hay que tener algo para festejar”. Este comentario-reclamo-observación- recomendación-llamada de auxilio, es compartido por mucha otra gente. Igual, mi hermano César me habló este domingo acerca de la importancia de celebrar ser independientes y vivir en un país libre. Y habrá quienes cuestionen el término “libertad” con justa razón, pero, no podemos ser tampoco lapidarios.


Cuestionar qué hay que festejar para estas fechas, también me parece tan válido como elegir salir a la calle a gritar ¡Viva México! La libertad es la que, precisamente, nos permite celebrar, protestar o elegir posturas y manifestarlas.


Entonces, ¿por qué festejar? Pues bien. Yo nací el 10 de mayo de 1975. Nací con cierta fortuna al ser parte de un seno familiar unido, donde el amor es fundamental. Soy parte de la clase media y de una ciudad que adoro. Aún así, no pude evitar la historia de mis padres, tíos, abuelos y del resto de mis antepasados donde hubo de todo: desde gente con comportamientos demenciales, con tendencias homosexuales, suicidas, clasistas, conservadoras, con poca educación formal (o nula) o preocupada por las apariencias, entre otras perlas muy personales. Luego, si todo eso influye en mi genética, puedo agregar una lista bastante extensa de defectos, de problemas que en ocasiones me mandan hasta el fondo y me convencen de que, en efecto, la vida apesta. Sin embargo, como tenemos la sana costumbre, cada año, cada 10 de mayo, celebro mi cumpleaños.


Esta práctica de celebrar mi nacimiento, también me ha llevado a preguntarme qué demonios festejo, si he tenido problemas económicos, si mi comportamiento no ha sido el idóneo, si choqué un coche estando borracho, si no termino de comprometerme en lo que hago, o incluso si hubiera tratado mal a alguien y la gente me odie. Al final, termino por brindar por los aprendizajes, por todo aquello que me ha gustado o me ha dolido. Entonces hago un recuento del año, reviso lo que crecí en ese tiempo y procuro sacar lo mejor. Obvio, si no hago esta reflexión, pierdo la oportunidad de entenderme mejor y congratularme o comprometerme a enderezar mi rumbo.


Simbólicamente, el Grito de Independencia representa el nacimiento de una nación. Aunque México tiene sus más valiosos antecedentes en la época prehispánica, lo que ahora entendemos como país es fruto de este proceso de mimetización que nos dejó un idioma, una cocina, una cultura, un comportamiento y una historia.


A mí me gusta brindar en mi cumpleaños por todo lo que tengo. Y creo que vale la pena hacerlo por todo lo que tenemos como nación. Para mí, vivir en México es una fortuna. El periodismo me ha colocado en una situación privilegiada para entender de sobra los motivos que hacen a este país grandioso. Y desde 1991, cuando asistí a un Jamboree en Corea representando a México, entendí lo que somos mientras cantábamos el Himno Nacional y llorábamos. Es una lástima que tengamos que salir para comprender que México es mi historia personal, la de mi familia, la de mis amigos y todo aquello que se relaciona con la gente que amo. Se ve, se huele, se saborea, se toca, se escucha lo que somos y todo aquello en común es lo que compone a nuestro país.


No me gustan los panfletos, pero me gusta que haya oportunidad de que algunas personas los hagan o los crean. La libertad nos fue dada (en el mismo paquete que aparece la crisis) y nos corresponde gozarla, luchar por cuidarla, conservarla o recuperarla.



*La ilustración es una obra de FoLé que habla acerca de quiénes somos y de dónde, cuando vivimos en la línea divisoria.

jueves, septiembre 09, 2010

¿Una caricatura DEL país o una caricatura DE país?


Septiembre sufrió la invasión del tema Bicentenario y no hubo niños héroes que lo defendieran. A favor o en contra, aparecen en los medios mensajes panfletarios acerca del orgullo de ser mexicanos y reflexiones relacionadas con el México que vivimos y los escasos motivos para festejar. Ya se pueden ver en la cartelera cinematográfica avances de cintas como Hidalgo, por una parte, mientras El Infierno se gana la taquilla y a la crítica más exigente. Nadie puede ya ignorar la violencia que vivimos en un antro, en un restaurante, en una esquina, en un hogar. Nadie nos puede mentir acerca de esta realidad. Pero, ¿cómo nos verán en 100 años? ¿Y en 200?

Luego de ver la caricatura que publicó Daryl Cagle para ilustrar, de manera inmejorable, esta época de la que nos tocó ser testigos y actores, recordé la portada de La historia de un país en caricatura (El Fisgón/2000) -que bien podría llamarse "La historia de una caricatura de país"-, donde una águila famélica se postra sobre un cangrejo y la serpiente (que simboliza al mal) se le enreda entre las patas con la leyenda: "Progresos de la República Mexicana". Me dispuse a hojear el libro, para encontrar esta imagen y descubrí en ella un símil a la controvertida imagen del periodista norteamericano, pero dibujado por un autor mexicano, anónimo, en 1829. Además, localicé fuertes críticas de la época al gobierno de Juárez, donde incluso aparece una consigna en su contra que dice: "Sufragio efectivo, no reelección" y, para quienes adoramos el arte, una crítica a la clase política del país (juarista) a la que se califica como ignorante, pues se la pasaban dormidos en la ópera mientras escuchaban a la hoy legendaria cantante Ángela Peralta.
Muchos años después, Juárez es la imagen del gobernador perfecto. Pero, en aquel entonces, ¿quién sabe?
Se dice que la historia es impuesta por quienes gobiernan. Es posible que así como 1810 correspondió a la Independencia y 1910 a la Revolución, 2010 sea, en muchos años, recordada por las historias de narcotráfico e ingobernabilidad que vivimos. Quizás, ellos nos gobiernen y sean "los buenos" de la historia y entonces celebremos esta fecha. O tal vez, sea marcada como el inicio de lo que Calderón ve como una guerra, tan ficticia en sus ideales como lo fueron en sus inicios las de Reforma, la Revolución y la de Independencia. Recordemos que las otras versiones, las no oficiales, las más serias, cuestionan a El Grito como independentista por el "¡Viva Fernando VII!", y ven a Francisco I. Madero como un enviado del gobierno norteamericano para desestabilizar a un país que tenía fuertes vínculos con sus enemigos.

No lo negaría jamás: amo este país, me gusta conocerlo, recorrerlo, su gente, su cultura y hasta he llorado con el Himno Nacional, pero veo que así como no es conveniente idealizar a la persona que amamos y su pasado, no lo es hacerlo con nuestro país y nuestro pasado. Sólo eso nos permitirá crecer para no volver a ver, en 100 años, a nuestra águila muerta de hambre, ensangrentada o baleada.

martes, agosto 24, 2010

Cementerio

Este texto es resultado del Rally de Poesía que organizó la UdeG el 23 de junio. Al azar, debía elegir una palabra y escribir de ella en primera persona. Entonces, me tocó "CEMENTERIO" y debía hacer un poema hablando como si yo fuera él. Les dejo el resultado.

Cementerio

O Rosario
llora sobre mí
o Clemente
llora sobre mí
o Piadosa
llora sobre mí

Todos se abandonan
se buscan en su pasado
reniegan
suplican
recuerdan
reclaman
exclaman

Todos
también tú
se cobijan
con las raíces del sauce
y así
más vivos que nunca
para siempre
se hospedan
en cada una
de mis habitaciones

domingo, agosto 08, 2010

Cuando estaba en la secu...

  • Todavía le iba a las Chivas... Hace años que dejé de cagar bolitas.
  • Alguien decía: "Despiertame cuando pase el temblor"... Ni cómo despertarlo ahora.
  • No sabía bailar y hasta se rieron de mí cuando lo hice... En la actualidad, me piden que baile. Nada más me falta fichar.
  • En las tardeadas, muchas se quedaban sentadas, esperando que alguien las sacara a bailar... Sin duda que si fuera el de hoy, bailaba a todas.
  • Me gustaban muchas... Hay defectos que vienen de fábrica.
  • Durante varias clases me quedaba dormido en el mesabanco, aprovechando la espaldota de Dámaso... Dormir siempre fue un buen hábito.
  • Nos dejó de tarea la maestra Connie hacer una entrevista. Yo no la hice, la inventé porque me daba vergüenza hacer preguntas... No sospechaba que en el futuro viviría de eso.
  • Usabamos trapper kepper en lugar de cuadernos... ¿Ahorita usaríamos netbooks?
  • Hombres G era un hit porque usaban la palabrota "mamón"... Ahora el hit han de ser los corridos de Miguel y Miguel, Los Cadetes de Linares o Grupo Marrano por otras "palabrototas".
  • Calzábamos los top sailer y calcetín blanco que estaban de moda... Yo creo que eso se vería bien ahora nada más en un antro gay (con todo respeto).
  • Nos obligaron a aprendernos el espantoso himno de la escuela... Estoy seguro de que si lo escuchamos ahora, nos ponemos a chillar de la emoción.
  • Ardía con ganas, pero era in peinarnos con Súper Punk... Yo creo que eso no vuelve a salir al mercado por tóxico.
  • No había nada tan liberador como martillar con fuerza en el taller de Soldadura y Forja... Nunca imaginé que años después hubiera algo especial con Andrea S., que estaba allí.
  • Era bastante infantil y eso me traía problemas o rechazos... No crecí tanto, seguí siéndolo y eso me trae beneficios. De eso vivo.
  • Ya escribía en una libretita (que sabe dónde quedó) mis piensos... Ya lo hago de manera cotidiana, como parte de de mi oficio, y tengo poco más de 10 años registrados.
  • Pasaba horas en el teléfono. Recuerdo haberme quedado dormido platicando con Laura... Ahora las horas las paso en el chat.
  • Le sacábamos el hilo a los pantalones para traerlos rasgados... Creo que los que ya son papás y mamás ya le saben a la costura y hacen lo contrario.
  • Los hombres nos preocupábamos de que no se nos vieran las constantes erecciones a la menor provocación... ¡Sí, hay cosas qué extrañar! Ya no somos los mismos.
  • No me daba risa tirar una regla... Hoy: tiro una regla, no me río (para mis compañeros, in memoriam para Gremlin).

Había, hace mucho tiempo, la Técnica 4



Hace días que mi mente se pone en flashback. Parpadeo y aparece el taller de soldadura, lo vuelvo a hacer y huele a chicle de sandía, de nuevo y aparecen las butacas verdes con adolescentes que visten una camisa blanca con cuello a cuadros café. Veo el patio principal, las canchas, la pared pandeada de tanta patada que le dábamos todos al pasar, el edificio de cuatro pisos, el auditorio que en una de sus gradas tiene un hoyo en forma de triángulo, y aparecen rostros.

Todo ha sido provocado por una fotografía que me llegó vía Manuel Santos por facebook. ¿Por qué no tengo esa fotografía mamá? Pues porque eras muy sangrón en esa época, me responde ella. No quisiste anillo ni fotografía ni nada. No querías nada. Es verdad.

Manuel Santos me pone en contacto con Érika Topete y Alicia Flores (convertidas en unas señoras guapísimas) a través de esta comunidad virtual. Con Alicia establecí contacto antes y no recuerdo cómo, lo perdí, a pesar de que lo pasamos genial y coincidir tanto. Fue hace cinco años, me recuerda ella. Nos encontramos en el sótano de la Gandhi mientras le recomendaba títulos a un niño. En ese momento ella bajó, sonrió y me reconoció. El niño era su hijo. Hoy quiere hacer cine, me dice. Luego de esa vez, celebramos su cumpleaños en lo que era una sucursal del Madoka en Providencia. Nos amanecimos cantando con su familia y con Ximena Itzel (al cabo que ni me gusta).

El caso es que luego de esto, hace unos días, me encontré con más gente en el "feis": Laura (tomamos algo con Dámaso en Las Palomas hace años), Suro, Juan Palacios, Ramón (que estaba en Secretaría de Cultura hace años), Pepe (a quien vi en el Iteso), Hans, Germán (a quien vi la última vez en un partido del Atlas), Adriana, Rocío... Y etiqueté a Pamela (la primera niña que me rechazó, hoy bailaora) y a Mario Torreblanca, a quien localicé en el hi5 y luego vi en un bar de La Condesa (igualito).

Aparecen muchas historias guardadas en la bolsa trasera del pantalón, allí, donde se olvidan hasta los billetes de a quinientos. Me fui a Tequila y perdí contacto con Dámaso (a quien me encontraba en conciertos de jazz o exposiciones) o con Heriberto (con un corazón y un niño interior vivo que la última vez que lo vi, me impresionó), y de muchos más no he sabido nada.

Esa foto la quiero como recuerdo porque es mi primer grupo aquí, decía la maestra Concepción Pérez. Ella y Ocampo, son los profesores que más influyeron en mi formación durante la secundaria. Quizás porque salieron del canon establecido y decidían ir más allá de lo que dicta la educación común. Así de simple: por una escribo y por el otro pienso.

En la foto, abajo y en medio, aparecen casi juntas dos niñas que me gustaban: Pamela (sujetando el "3o. I") y Teresita (a la derecha de Laurita que tiene el "MAT"), quienes por cierto se pelearon entonces por un guitarrista mayor de edad que nosotros. No veo a Alicia y a Ximena (también ella me gustó, pero casi nadie sabía) y está por ahí Quiroga, a quien vi en el cine en marzo y me platicó lo de la muerte de Adrián "El Gremlin". Observo a mis compañeras en fotos que se tomaron hace poco, en reuniones que no asistí. Son mucho más bonitas que entonces. Más rostros, más rostros, más historias. Muchas más. Podría no dejar de escribir de ellas.

Nunca dije, ni diré, que aquella fue mi mejor época. La sufrí mucho. Entonces empecé a delinear rasgos de lo que soy ahora y, obvio, no encajaba con la mayoría, aunque había excepciones raras como Manuel Santos (también scout, pero del 26) y Antolín (un buen lector que además oía a Los Beatles). Yo era diferente a los demás en gustos y modos de ver el mundo. Siempre digo que mi mejor momento es el actual. Quizás porque ahora puedo acomodar todo el pasado en su lugar correspondiente.

Claro que me llega la nostalgia, pero cuando fui maestro de secundaria recordé perfecto que no me gustaría volver a vivir ese tiempo tan difícil. Yo ya pagué la factura. Sin embargo, recordarlo me anima a escribir esto y, quién sabe, quizás más para este blog o para algún otro proyecto.

*En la foto, todos, yo estoy en... "¿Dónde está Wally?", jajaja. A ver si me encuentran. Agradezco a Santos la imagen y a Pao que la haya arreglado para que se viera mejor.

domingo, agosto 01, 2010

de-des-amor

los voces internas gritan susurran que todo está bien que estoy bien que no pasa nada que no debo preocuparme que todo tiene solución que un error que dos que tres que diez que mil no son suficientes para decir que todo acabó que siempre me puedo levantar y que el corazón el mio el de todos el de todas es un músculo que sana con el tiempo que es normal que sufra un desgarre un esguince y que si está así de expuesto es porque para eso es para darse para tirarse y recogerse aunque también para curarse

eso no es amor me dicen ya llegará me dicen no era la indicada me dicen ella vale la pena me dicen no me gustaba para ti me dicen mereces más me dicen no me mereces me dicen no quiero hacerte perder tu tiempo ni el mío me dicen quiero tener una vida contigo me dicen quiero un hijo tuyo me dicen qué decepción me dicen esperaba más de ti me dicen no te puedo esperar me dicen me gustas me dicen quiero a otro me dicen te deseo me dicen ellas sólo buscan quién las proteja me dicen no te hagas tonto todas nos parecemos todas tenemos las mismas cosas en el mismo lugar me dicen eres un mentiroso me dicen no las entiendas ámalas me dicen quisiera a alguien como tú me dicen y también no me dicen nada

y encuentro que a diario me engaño pero también a diario me digo que no hay problema que soy buena compañía que la felicidad no es una persona un bebé un perrito un periquito un lugar un premio un buen sueldo un instante de compartir piel una borrachera una película una canción es más ni siquiera es una noche de campamento la felicidad es algo que tengo integrado pero que me empeño en ocultar y que sí lo admito hago aparecer a convenciencia pero ahí está aquí está en este espejo que ahora lees

lunes, junio 28, 2010

Tocar con las palabras

Ahora leo Muerte de Tinta, la última entrega de la serie de Corazón de Tinta que escribió Cornelia Funke. Leo la novela y reflexiono acerca del poder de las palabras, de cómo se pueden convertir en una espada fulminante, en la mismísima ley que da orden al mundo o en aquella caricia capaz de tocar el corazón.

Escribir es mi método para encontrarme, para mirarme al espejo y conocerme mejor. Y es maravilloso descubrir que se ha convertido, también, en una manera de tocar el corazón de otras personas.

Larisa me contaba hace un tiempo acerca de cómo ayudó Se busca príncipe azul, pero diferente, al corazón de una amiga suya que vivía una separación. Hay quienes ha reído con textos que les he mostrado y hay otras personas, como a Renata, hija de Rosi, a quienes les sirve de compañía.
La semana pasada, publiqué aquí mismo un poema que escribí para la antología La mujer rota. Separación, expliqué, es un poema que le escribí a Valeria Robles, una niña que estaba viviendo lo duro que es el divorcio de sus papás. Esto de partir el corazón en dos no es algo que haya vivido yo, pero me tocó verla sufrirle y salir adelante. Entonces hice ese texto con la intención de tratar de reflejar ese sentimiento. Lo lancé a una página impresa, como una botella al mar.

A través de este blog, la corriente llevó Separación a ojos de Renata, quien -según me contó su mamá- se encontró, se sintió identificada y se hizo preguntas acerca de por qué escribo estos temas y cómo es que me doy cuenta de lo que le pasa.

En pocas oportunidades soy consciente de lo que piensa o siente quien me ha leído. Y saberlo de una niña como Renata, me convence de que este camino es mío y no debo, ni puedo, abandonarlo. Ya no me lo cuestiono desde hace unos meses: esto es lo que vine a hacer, y saber que pude tocar un corazón, me hace responsable para manejar mejor mis palabras.

viernes, junio 25, 2010

Yo soy tu amigo fiel


“Fui a ver Toy Story y me la pasé llorando”, me comentaron. Ayer me invitaron a verla y sinceramente, salí conmovido y sorprendido.

Primero. Ver el cortometraje Día y noche al inicio, fue de lo más estimulante. Todo ese manejo del tema de las diferencias, de los contrarios, de los puntos de encuentro, en una mezcla de 3D donde el 2D es el que cuenta la historia, me dejó sin aliento. Lo cuento: Dos personajes, una especie de fantasmas transparentes, muestran en su interior imágenes en animación 3D, uno es el día y otro, la noche. Fuera de ellos, todo es negro. Los dos se encuentran, se descubren, discuten y se reconcilian, en una serie de situaciones que divierten y llevan a la reflexión. Ir a ver Toy Story 3 vale la pena sólo por esta parte.

Segundo. La tercera entrega de las aventuras de Woody y Buzz, son una muestra de cómo mantener el interés y el nivel de lo que se cuenta sin desgastar a los personajes. Algo que Shrek, por ejemplo, no ha podido sortear.

Esta vez, Andy (dueño de los juguetes) parte a la Universidad y desdeña a los juguetes con los que creció. Ellos se dan cuenta de eso y deciden ir en donación a una guardería, donde se enfrentan a un Oso Cariñoso con olor a frutas que resulta ser una especie de mafioso, muy al estilo de El Padrino. Hay personajes nuevos e interesantes. Uno de ellos es Ken y confieso que al saber que aparecía en la historia me dio flojera, pero su desarrollo, ese conflicto acerca de su sexualidad es de lo más hilarante. Por otra parte, Bebesote es lo más terrorífico que he visto en años. Se trata una versión infantil de Mike Mayers (Halloween) que con un ojo entrecerrado, su tamaño, fuerza y las rayas de marcador hechas por algún niño que asemejan a unos tatuajes, aunados a sus sonidos guturales de bebé, reafirman ese miedo que muchos le hemos tenido a alguna muñeca vieja.

Sí. También lloré. Pienso que el aporte más interesante de esta entrega son las intervenciones de los niños, la manera en que al inicio se recrea un día de juegos de parte de Andy, aún chico; el recuento en video de sus momentos con los juguetes y, sobre todo, esa parte mágica en la que juega Bonnie, una niña de cuatro años, interactúa con sus muñecos. Al final, esta es la parte realista, donde los juguetes no cobran vida, pero ella se encarga de hacerlo a través de su imaginación desbordada. Esa escena se convierte en algo de lo más conmovedor, sin trucos, sin sentimentalismos hechos a propósito. Imagino que el guionista se sentó a observar a su hija, la vio jugar como lo hace cualquiera, como lo hicimos todos, donde cada muñeco se convertía en varios personajes y donde una caja de cartón puede convertirse en una nave espacial. Para mí, ese es el mayor de los aciertos, lo más honesto de la película, porque al final todos jugamos así.

Al final, Andy se despide de sus juguetes al compartirlos con Bonnie. Él se da la oportunidad de jugar, imaginar, volar, ser el caballo de Andy, tirarse al zacate y volver a tener la edad de su amiguita, para después subirse a conducir un auto. Allí, Andy decidió volver a ser niño para nunca dejar de serlo y, a su vez, se despedió de una etapa de su vida.

Comparo, claro que lo hago. A mí, Toy Story 3 me parece la más honesta de las tres cintas y, además, me hace pensar en mi oso de borra, este enorme ciego que me acompaña desde que tengo tres meses de edad.


lunes, junio 21, 2010

Ciclo cerrado, 13 años después


Me atienden en la ventanilla de un banco. La cajera me dice que es urgente que me presente en la Preparatoria 7 porque debo pasar un examen de Biología. No estás acreditado, me dice. Alego que sí, que hasta terminé mi carrera. No le importa. Voy a esa escuela donde estudié y llego tarde a la prueba. Hay un silencio sepulcral. Me doy cuenta de que no estudié. Me entregan la hoja con las preguntas. No sé qué responder…

Se trata de un sueño recurrente, sólo variaba la materia y el grado. Podía suceder en la secundaria o en la universidad. Creo que este fin de semana terminé con eso.

Luego de 13 años de haber egresado de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación del ITESO, acabo de recibir un certificado que dice que ya me titulé. Lo hice a través de una opción llamada RET, en la que debo entregar un reporte de experiencia profesional, una buena lana, hacer correcciones pertinentes con un asesor y concluir el trabajo en una agotadora pero interesante jornada de reflexión de fin de semana.

El sábado y domingo pasados, concluí. En la mesa de trabajo: la asesora Graciela Bernal -quien por cierto me impartió una materia cuando estudiaba-, el ingeniero en sistemas Yared Castellanos, el arquitecto Álvaro Preciado y el administrador de empresas Manuel Gutiérrez. Los tres, más o menos contemporáneos. Hablamos de nuestras experiencias, compartimos ideas y concluimos un documento en el que describimos (aunque no en detalle) lo que hemos hecho desde que egresamos. Entre algunas reflexiones, nos dispusimos a escribir un perfil profesional y delinear nuestros proyectos a mediano plazo. La idea de juntarnos de distintas carreras era encontrar puntos en común y enriquecer nuestro reporte con una visión más amplia. Me di cuenta de muchas cuestiones.

Al final, entendí que por más miedo que tenga, mi deseo (además de escribir) es abrir una empresa editorial. Y es que luego de toda la revisión me di cuenta de que tengo todo para hacerlo, excepto el dinero, claro, y que siempre le he sacado la vuelta a convertirme en empresario. Bien me dijo Fausto que no debo pensar en que no sé de administración, porque para eso hay personas que estudiaron y que a eso se dedican. Tiene razón. ¿Entonces? Ya lancé la moneda. Ahora lo que debo hacer es aprovechar el tiempo para comenzar. ¿Qué de malo puede suceder? ¿De dónde sacaré el capital? ¿Dónde encontraré a ese administrador? Nada de eso sé, pero si no le avanzo jamás lo sabré.

Por ahora me siento agradecido con mis compañeros de mesa por abrirme los ojos, con Ángela Godoy que me brindó apoyo moral y, sobre todo, con Graciela, quien hizo que me reconciliara con la institución. Hace muchos años (unos 10), me molesté con el ITESO porque luego de entregar mi proyecto de tesis, de que me lo alabaron y pagué la asesoría, nadie quiso ser mi asesor. En seis intentos, todos me rechazaron. Así que decidí mandar al carajo a la universidad y procuré, hasta donde pude, no volverme a parar. En fin, una década después del desaire y el berrinche, regresé para cerrar este ciclo que me permite abrir otros más.
*La foto es de aquellas épocas en las que hacía teatro en el ITESO. Nótese la barbita. ¿Alguien se acuerda? Hace casi 14 años.

martes, junio 15, 2010

Separación

Papá se va
triste
recuerdo por qué
nos deja
pero no
nos deja
y dice
que nos verá cada semana

yo sé por qué se separan
pero no se lo cuento
a nadie
ni a mi
cuaderno donde escribo
ahora

los dos están tristes
los tres estamos tristes
también mi hermano
está triste

mi abuela dice
algo que dice
que entenderé después:

los que se dejan
se quedan sin el otro
y a veces
sin uno mismo


*Poema antologado en "La mujer rota", Ed. Literalia, 2008. Se lo escribí a Valeria, una amiguita de entonces 8 años que recién vivía el divorcio de sus papás.

miércoles, junio 09, 2010

Presentación para Las cosas imposibles


Texto leído en la presentación del libro para niños "Las cosas imposibles", de Teresa Aguilera, el pasado viernes 4 de junio en el Museo Regional de Guadalajara.


Hoy me desperté. Me estiré. Me volví a acostar. Me rasqué la cabeza, las costillas, y salí a buscar comida. Me puse a oler qué encontraba en la cocina y descubrí algo delicioso: una lata de atún abierta en el bote de la basura. La saqué, metí la lengua en ella y lamí todo ese delicioso pescado que había todavía en las paredes de la lata. Luego busqué qué más encontraba en el bote y mordí un pescuezo de pollo. ¡Eso me encanta!


Después salí a la calle. Una señora me tiró una patada porque me puse a olerle la cola. La verdad es que yo debía estar enojado, no ella, porque la verdad, le olía espantoso la cola, como a cebolla podrida. Fui a la tienda, le ladré a la muchacha que atiende y me lanzó al piso un pedazo de tocino. ¡Eso me encanta!... El tocino, digo… y la muchacha también, porque a ella si le huele bonito la cola y es amable conmigo. Ya de agradecimiento saqué mi lengua enorme y le lamí la cara. Le dio risa.


Entonces caminé al parque, donde me encontré una pelota roja, la sujeté con las patas, la mordí y se la llevé a un niño, se la puse en los pies y me la lanzó lejos. ¡Eso me encanta! Corrí por ella y se la traje. Así estuvimos un rato hasta que me cansé. Ya después oriné en un árbol, en otro, en un poste, y regresé a mi casa.


Hoy, desperté perro.


*


Teresa Aguilera me invitó a hacer este ejercicio a través de su libro Las cosas imposibles.


Lo confieso, lo leí mal. No lo leí como debía ser. Me lo aventé de corridito y eso no se hace con este libro. Primero pensé que era un libro de cuentos, pero me equivoqué. Y nada más porque les tenía que platicar de qué se trata, lo leí rápido. Ni modo. La verdad es que este libro NO ES DE CUENTOS, es de… pues… de eso, de cosas imposibles. Sí, como dice el título. ¿Por qué? Pues porque cada texto habla de algo distinto: de la naturaleza, de las letras y hasta de filosofía y salud. De todo eso habla pero con una línea muy marcada de fantasía.


Por ejemplo. ¿Saben por qué hay que lavarse los dientes? Pues es oobvio. Uno debe lavarse los dientes porque con el olor de la boca, cuando no nos los lavamos, podemos hasta matar a los pajaritos. Así es.


Mientras leí Las cosas imposibles, no pude evitar acordarme de otro libro que me gusta mucho que se llama Gramática de la fantasía, de Gianni Rodari, donde el escritor, igual que Tere, busca conectar al lector con el libro, pero no sólo con cada página, sino con el mundo exterior y el interior. Es decir, con la imaginación que todos llevamos adentro, como esa luz que nos ayuda a resolver problemas todos los días. Así fue como descubrí que este no es un libro de cuentos, Las cosas imposibles ES UNA MÁQUINA DE IMAGINAR.


Yo, no me quiero extender más porque tengo mucha tarea. Tere me encargó varias cosas: atravesar la galaxia con unos patines de propulsión a chorro (aunque patinando llegué al baño, me dio chorro ahí y vi estrellitas de toda la galaxia por todas partes, así que esa tarea ya la hice, no sé si ya cumplí con eso), pero sí me falta convertirme en canica de cristal, conseguir una caja gigante para recorrer los siete mares y un mapa para navegarlos, ah, y bailar como sapo (eso ya aprendí, mi amigo Cachu me enseñó), también debo aprender a bailar como loro y como piojo.

Nada más quiero cerrar esta presentación de mi parte, comentándoles que un libro como Las cosas imposibles nos enseña a poner atención a todo lo que sucede alrededor, en las cosas grandes y pequeñas. Yo ya me puse a ver las hormigas, las seguí hasta llegar a la Secundaria Técnica y Artística No. 3 para hormigas, donde dejé mi solicitud y aunque no salí en listas, no me importa, yo las seguiré observando para ver qué más hacen. Espero que ustedes lo hagan a partir de que conozcan cada uno de los textos que, como dije, hay que leer despacito para seguir las instrucciones.

Gracias

*La foto me la pasó Zulma. Me puse peluca porque el libro indica que es de buena educación usarla.

lunes, junio 07, 2010

Presentación para La abuela de pelo rosa



Texto que leí el sábado 29 de mayo en la Librería "José Luis Martínez" del Fondo de Cultura Económica, acerca del libro de Tessie Solinís.









  • Mi abuela me enseñó a persignarme. Me decía que si hacía mal la señal de la cruz, por ahí se podía colgar un diablito.


  • Mi abuela inventaba historias donde un niño que se llamaba Javier, como yo, era el héroe, y donde un gato como el que ella tenía, vencía al monstruo.

  • Mi abuela me compraba historietas de El Hombre Araña y de Porky, y sopas de letras donde me enseñó técnicas para encontrar palabras. Nadie me gana en eso.

  • Mi abuela nos ponía a competir en la comida de los sábados, cuando nos reuníamos en su casa, para ver quién se terminaba la sopa de estrellitas primero. No había nada mejor en el mundo que decir: “¡terminé!”. Y ganar para que nos diera el premio mayor: “Uuuun aplaaaausoooo… ¡Braaaavooooo!”.

  • Cuando me quedaba en su casa, el domingo por la mañana mi abuela me hacía café con leche, donde me enseñó a sopear una sema. Luego nos íbamos a la calle a repartir la hojita parroquial a las casas del barrio. Me decía: “Yo toco y tú gritas ¡La hojita parroquiaaaal”.

  • Mi abuela corría para que no nos ganaran los carritos chocones cuando había llevada de la Virgen en San Onofre.

  • Mi abuela se inventaba una canción para cada uno de sus nietos. “Patito, patito color de café, si tú no me quieres yo ya se por qué”, para Hugo; “En un bosque, de la china, un chinito se perdió”, para César; “Ay Lilí, ay Lilí, ay Lilí, ay Lalá”, para Lidia y a mi me cantaba: “Lero, lero, lero, calzones de cuero. Lero, lero, lero, calzones de cuero”.



De las abuelitas podemos contar mil historias. Una escritora me dedicó hace años un libro. En él decía: “Para Francisco, que también tuvo una abuela lectora como yo”. Esa escritora era María Casparius, la mamá de Tessie.
Tessie es mi amiga. Nos conocemos hace 14 años. Y ella, supo cómo contar la historia de una abuela, la mejor de todas. Y es que todos podemos decir siempre que nuestra mamá es la mejor, o que nuestra abuelita es la mejor.
La abuela de pelo rosa nos hace recordar a nuestra abuelita. La que nos llevaba a los juegos, la que nos consentía, la que nos enseñó a limpiarnos la cola después de ir al baño, la que nos limpiaba la cara con saliva en su pañuelo.
Cuando yo leí La abuela de pelo rosa también me quedé pensando en las nuevas abuelitas. En mi mamá, por ejemplo, quien tiene cuatro nietos de los que siempre habla con mucho amor. Y si están ellos… les puedo confesar que tienen una abuelita más o menos como la de este libro. Porque ella salía de campamento, caminaba horas, subía montañas y hacía rapel. También tienen una abuela extrema.
Ser abuelita no implica tanta responsabilidad como ser mamá. Las abuelitas cocinan lo que les gusta y lo hacen rico, nos quieren, nos apapachan, nos defienden de las garras de nuestros papás cuando nos regañan o nos quieren pegar. En fin. Hay abuelitas de todo tipo y todas valen la pena, aunque algunas sean gruñonas.
Para mí es un honor presentar este libro. Y también es una sorpresa conocer el trabajo de Guillermo Castellanos. Mi abuelita alguna vez nos compró plastilina para divertirnos en su casa. Lo hizo sólo una vez porque le dejamos el piso embarrado. Pero es divertido ver cómo Guillermo se divierte con sus plastilinas. No sé si deja embarrado el piso o no.
La ilustración en plastilina no es muy común, sugiere varias dificultades para poderse fotografiar y eso le da un mérito mayor a este trabajo. Pero, en este caso, lo importante es la calidad de sus figuras, la calidez con que las hace y ese tono simpático y fino que nos roba una sonrisa en cada detalle.
Luego de que leí el libro, a mí me dieron ganas de comprar mis barras de plastilina para hacer figuras. Hice dos, bueno, no me salieron muy bonitas, pero estoy seguro de que a muchos niños y niñas de aquí les pueden salir mejor.
La abuela de pelo rosa va más allá de contar una historia. Algo que le respeto y admiro a Tessie en su trabajo es que en cada historia nos enseña algo. En este caso, nos regresa la dignidad hacia los abuelos, para que los respetemos, para que entendamos que son las personas más sabias de este mundo y, por otra parte, le recuerda a los abuelos que no se olviden de nosotros, de sus nietos, de sus niños y que por favor, nunca, jamás, se olviden de contarnos sus historias, no importa si las inventan o son reales, o si no tienen mucha práctica. A nosotros, siempre nos gustan.
Ah, me acabo de dar cuenta. La abuela de pelo rosa no es la historia más importante: es el pretexto para que los niños le pidamos a nuestro abuelito y a nuestra abuelita, que nos cuenten esa historia que tienen guardada.


viernes, mayo 21, 2010

San Francisco de Asís


Pepe Villaseñor: Pancho, te anda buscando Pepe Hernández porque dice que ya tiene la pieza que le encargaste. Me parece que es un San Francisco de Asís.

A mi mente llegaron varios recuerdos relacionados con este santo. “El más cercano a Cristo”, decía Fray Jesús María cuando yo vivía en Nayarit. Sonreí. Me di cuenta de que haberle pedido a Pepe esta escultura en papel maché, fue un acierto. Mi parte mística está depositada en el hermano de Asís, quien ha sido mi guía y en estos momentos mi soporte. Llegó cuando más debo agradecerle.

Lo cuento poco, por lo serio del tema y lo incómodo de que se me juzgue de fanático o santurrón, pero tuve una visión.
Llegué una mañana, sin planearlo, a la iglesia de Coyoacán, donde me senté, cerré los ojos y le pedí ayuda para saber si escribir para niños es lo mío. Respiré hondo, abrí mi mente y aparecieron imágenes que me impactaron: sus estigmas. Entonces entendí todo. Comprendí que los dones son para ofrecerlos a los demás y lloré de emoción. Agradecí y quedé sin dudas desde entonces.

Fui a casa de Pepe. Ingresar es como estar en un museo de arte popular y sentarse en su sala es como llegar a la vieja casa de una tía que seguramente sabe preparar el mejor champurrado. En este caso, fui bien atendido con un agua de limón con chía y un tequila derecho.

En la plática aparecieron los motivos por los cuales encargué este trabajo, la simpatía que compartimos por Francisco de Asís y desde luego, le conté de mi encuentro espiritual. No me sorprendió que pusiera tanta atención y que además se conmoviera con la historia (reservada para muy pocos). Así, todo cobró sentido, supo que su trabajo llegaría a buenas manos y me quedó claro que se lo encargué al mejor.

Ahora, San Francisco de Asís está en mi casa, creado por un artista que se denomina artesano (rastro de humildad de la tercera orden), elaborado en papel maché que parece estofado de tan bien hecho, con rastros del barroco del siglo XVIII en México y, desde luego, sus tres estigmas. Digno de todas las atenciones y veneración.

Pocos saben de la incursión que hice a los 19 años a la vida franciscana. Ésta me marcó para siempre y Coyoacán sirvió para darme cuenta de que también delineó el camino que ahora decido recorrer.

Hoy estoy contento y, sobre todo, inspirado.

*La foto es la del santo ya mencionado que llegó a la casa.

lunes, mayo 10, 2010

35 años - 35 maestros

La fortuna me acompaña siempre que se trata de quereres. Me doy cuenta de que he tenido una vida privilegiada al contar en mi camino con tanta gente valiosa que me quiere y admira y a quienes siempre agradeceré. Esta vez quiero dedicar mi cumple a las personas de quienes aprendo. Algunas están cerca, otras lejos, hay quienes ya no viven y a quienes ni siquiera estimo. Sé que de todos, todos los que conozco aprendo algo, sin embargo, enlisto a 35 fundamentales. Perdonen si se sienten excluidos algunos, pero de igual manera, como dije antes, hay con quienes ya no tengo contacto o con quienes nunca hubo amistad que sin embargo han sido grandes maestros en mi vida y aquí van incluidos.

Gracias a todos aquellos que recordaron mi día. Muchas gracias por estar conmigo. Espero este año ofrecerles tiempo de calidad.

Ojalá no les parezca extenuante. Yo gocé en escribirlo. Es mi regalo que me di. Si recuerdan a alguien de aquí, espero comentarios.

  1. Lila y Nena. Mis abuelas guiaron mis primeros pasos en el aspecto religioso y con ellas aprendí cuando niño desde persignarme y limpiarme la cola, hasta a leer, rezar o “granjearme” a las personas. Las dos son causantes de que San Francisco de Asís sea mi guía espiritual desde siempre.
  2. Bertha. De mi mamá, todo. De ella aprendo todavía acerca de la nobleza, la unidad, lo que es y debe ser una familia, a llorar sin miedo. Incluso, por una charla que me disgustó con ella, aprendí que no quiero dejar de ser niño jamás.
  3. Francisco. De mi papá aprendo que nadie me para, nadie me vence, y no hay manera de que algo o alguien detenga este tren. Aún cuando se trate de asuntos que en su momento no le parecieron. Hace poco, entendí el valor de la docencia y confirmé que no debo dejar de hacer lo que me gusta.
  4. Hugo. No es fácil aprender a ser hermano. Para esto es necesario hacer a un lado los celos, las envidias y comprender que el amor así de fraternal nunca es fácil, pero no tiene límites.
  5. César. No pude tener mejor maestro de algo que siempre carecí pero que desarrollo conforme convivo con él y eso me fortalece. Mi hermano me enseña acerca del valor.
  6. Lidia. La abracé y la amé para siempre. Es curioso ver que mi hermanita se ha convertido en una mujer que habla acerca de la verdad como pocas personas pueden hacerlo. Mi confidente en casa, mi honestidad se fortalece con ella a diario.
  7. Gracia. Entiendo que mi tía me ve como a su hijo. Al ser la primera persona que me cuidó, tengo mucho que agradecerle. Más aún al saber el tipo de infancia que vivió. Ella, tan hermosa siempre, forma parte de las primeras imágenes en mi vida.
  8. Martha es mi segunda madre. De mi tía aprendo siempre que todo lo que deseo lo puedo conseguir. Es un espejo mío en muchos aspectos y siempre una inspiración.
  9. ChavAkela. Mi primer líder y quien me recibió en el mundo de los scouts. Desde luego que si en algo soy independiente, de él es la semilla. Y si alguien ha sido inspiración para tratar con niños, es mi querido Akela de voz estruendosa y dulce.
  10. Dani Alfaro. A él lo vemos como un padre. Debe ser complicadísimo ser una guía en ese duro paso de la adolescencia a la adultez. Los principios y el arte de tomar la decisión correcta llegaron con una extensa reflexión de la que todos vacilábamos cuando expedicionarios. De él aprendí a guardar la basura en la bolsa del pantalón en lugar de tirarla en la calle.
  11. SergioMario. Es mi primer guía de aventuras. En la tropa, con todo y lo afeminado que era, supo ganarse nuestro respeto y me enseñó las bases del escultismo. De esta forma de vida que me dio todo.
  12. Capi. En una frase me dejó una enseñanza que reproduzco. “Sé que me ves viejo, pero háblame de tú. A ver, ¿hablas con Dios? ¿Y cómo le hablas, de tú o de usted? Ah, si le hablas de tú a Él, a quien más respeto debemos, ¿quién soy yo para sentirme superior?” Desde entonces tuteo a quien sea.
  13. Connie (Concepción Pérez). La primera entrevista que hice en mi vida fue en la secundaria. La maestra Connie, nos ponía a hacer cosas raras y distintas, experimentó con nosotros y sin duda fue mi primera inspiración para la carrera que elegí seguir.
  14. Ocampo. A nivel intelectual es mi primera inspiración. Saber que los Niños Héroes no eran niños ni tan héroes, y que Benito Juárez no fue un santo, movió todos mis esquemas. Sin esa clase de Ciencias Sociales en secundaria, dudo que me hubiera llegado la inquietud de saber qué hay más allá de lo que se dice. De él supe por primera vez que los libros de texto no sirven para educar.
  15. Tere. La vi por primera vez a los 8 años y me flechó. Se trata del amor de mi adolescencia. De ella obtuve cátedra de amor y desamor, de aprecio y desprecio, de lo lindo y lo espantoso que puede ser sentirse enamorado.
  16. Chino (Hedilberto). Mi compañero de viaje y mi amigo más antiguo. De él y de todos mis demás hermanos scouts he aprendido muchísimo. Pero algo que nunca olvido es que me enseñó cómo tomar café y la importancia de caminar derecho para echar los problemas atrás.
  17. Ángela. Si un día llego a dar clases a nivel licenciatura (que es una meta para mí) desde luego que será siguiendo sus pasos. Me parece que es la primera mujer que me sorprendió con su brillantez y su sencillez. En una muy breve charla me dio el nombre de un poeta colombiano a quien admiro: Jairo Aníbal Niño, de quien he aprendido muchísimo a través de sus letras.
  18. Néstor. “Clávense. Si hay algo que les gusta hacer, clávense y conviertan todo en herramienta para realizarlo”, dijo. No recuerdo nada más de esa clase. Sólo esa recomendación que luego de la carrera se convirtió en una guía.
  19. Nepote. El gusto por la literatura lo adquirí en la preparatoria. El taller de lectura de él fue por demás estimulante y hasta entonces comencé a convertirme lector (algo tardío).
  20. Gil. Comprender qué se necesita para trabajar con y para los niños fue a través de Gil Domínguez, en Radio UdeG, mi primera escuela real.
  21. Negro Guerrero. “Tú no me enseñas nada. De ti aprendo”. Esa frase y comprender el valor de desarrollar el lado femenino sin avergonzarse, han sido invaluables y parte importante de toda mi formación profesional.
  22. Clarisa. Aprendí por primera vez lo que era tener una relación y malaprendí que para que alguien se enamore de mí es importante no ser tan bueno. También con ella me eché el primer cigarro (algo que nunca hice habitual)
  23. Gabi. Escuchar con las orejas y el corazón viene de ella, así como mi gusto por el jazz. Es mi instructora musical y de ideas claras y sencillas que pueden ir de la razón a las sensaciones.
  24. Ana. Hizo que me enamorara definitivamente del periodismo y marcó mi paso. Con ella aprendí a comprender que era bueno escribiendo y que se me daba con relativa facilidad. Además, es quien me hizo incursionar al verdadero gusto por las artes plásticas, una de mis pasiones..
  25. Franco. Marcó la manera de definir un estilo al escribir, acerca de la ética y el valor de saberme bueno en lo que hago. Me parece que con él aprendí a explotar el punto.
  26. Triana. Es el hermano mayor que no tuve. En mis momentos de mayor depresión me sacó a flote y me enseñó a valorar y tomar cada vez más en serio lo que hago para niños. Es también un maestro en asuntos de grilla.
  27. Toni. Durante un tiempo busqué un maestro guía, con quien platicara y aprendiera de todo. Ese maestro llegó en Toni Guerra, quien con todo el amor me hizo notar y no solo eso, sino descubrir que para algo tengo talento y que además puedo explotar más allá de lo que creo.
  28. Carmen. Desde luego que la Villoro ha sido toda una inspiración para mí. Con ella me empecé a dar confianza para escribir, es el primer paso del gran paso que doy ahora para dedicarme a escribir, y la muestra de que puedo alcanzar cualquier cosa que desee.
  29. Migues. Ver crecer a Miguel Ángel, ver sus proyectos, ver cómo se realizan, es encontrarse con un monstruo creativo. Nada más platicar con él es estimulante.
  30. Celina. El amor es Celina. Es la muestra de que a veces amamos tanto que nos da miedo y vergüenza y decidimos huir. Sin ella no habría publicado mi primer libro.
  31. Ana María Machado. Esta escritora brasileña me enseñó bastante en tres pláticas que pudimos tener. Mi autora para niños favorita, la más completa, la más inteligente, la más sencilla, me guió en mi trabajo como escritor cuando decidí comenzar.
  32. Guillermo. Uno de mis más recientes maestros fue Memo, mi exjefe. Reconozco que cuando lo conocí no esperaba mucho de él, pero durante tres años se convirtió en mi guía en cuanto a lo político y afectivo. Me mostró la sierra
  33. El Peri. Puedo hablar poco de él. En realidad no lo conozco. Sin embargo, en más de 30 años no odié a nadie y dudo que alguien me haya llegado a odiar como él. Con él aprendí lo que es eso y saberlo me abrió los ojos al mundo real.
  34. Raquel. Sí, ella realiza un servicio por el que pago, pero es una maestra que ha superado mis expectativas. Mi terapeuta ha sido fundamental para el tiempo que ahora vivo. Sé que yo hago las cosas, pero ella me ha mostrado los caminos a seguir y los resultados saltan a la vista para quienes me conocen bien.
  35. Miriam. Mi actual maestra del corazón. Es dura, impuntual, corajuda, pero es quien me ha hecho comprender que el amor cuesta y que comienza con uno mismo. De ahí parte todo. Además, saber que la tengo a mi lado (aunque sea a distancia y en silencio) me da la fortaleza que necesito en momentos como este.

Tan afortunado soy que la lista es más grande. Pero siempre será insuficiente el espacio y siempre serán insuficientes los números, y siempre será insuficiente el amor que merecen todos mis maestros de la vida que a su vez son mis compañeros de camino. Gracias, gracias a los que me he topado alguna vez. Créanme que tengo una frase de cada uno

sábado, mayo 08, 2010

Silencio


Estos días he aprendido mucho del silencio. Mi terapeuta ha insistido en que realice ejercicios de meditación, donde el silencio es fundamental para escucharme, para entenderme mejor y continuar con la vida poniéndome mayor atención.
En la música, el silencio sirve para darle sentido a lo que se escucha, en el sentido de la atención (como en un cuento que ahora escribo donde un hombre sencillo, encargado del mantenimiento de un teatro es pieza fundamental para que las orquestas se escuchen como en ningún otro lugar), y en el de la propia música, como pausa para hacer cambios en lo clásico o simplemente para sorprender, como en el jazz.
Indisciplinado, como siempre, para escribir, salgo a mi yo interno a buscar el método. Entonces comprendo la importancia del silencio. Éste me ha servido para acompañar a las letras, para captar con más claridad lo que siento y lo que pienso. Hay resultados que me gustan.
El silencio, también, lo dice todo. Nos ayuda a hablar más de lo que se cree. Recuerdo que en mi adolescencia, cuando los golpes del matamoscas dejaron de causar efecto sobre mí, mi madre utilizó un método más infalible: el silencio. Nada me dolía más que eso. Y el silencio se convirtió en mi peor castigo.
El silencio también es un grito, una imploración para solicitar espacio. Yo no sé si perdí algo de lo más importante que ahora tengo en la vida por hablar demasiado, pero recibí hace unos días un mensaje claro que creo entender: silencio, como una solicitud de distancia, de dejar ser. "Hazlo orgánico", me dijo Vanessa. Entonces dejo fluir al silencio. Ya se hablará después. Siempre hay tiempo y como en el caso del silencio de mi mamá, el amor no está en duda.

viernes, abril 23, 2010

ODIO LEER

Para conmemorar el Día Mundial del Libro...

ODIO LEER

Porque me la paso soñando despierto

Porque pienso más en imposibles que en realidades

Porque me hice enamoradizo

Porque a veces un libro no me deja salir de casa y hace que llegue tarde a todas partes

Porque ya se llenó el librero y no tengo para compar otro

Porque me volví un tipo extraño desde la primera vez que leí
Porque si me ven leyendo asumen que no hago nada importante

Porque no puedo disfrutar las telenovelas y las critico de que no tienen buenas historias

Porque siempre comparo el libro con la película y por lo general ésta última pierde

Porque me da rabia no poder leer TODO
Porque me vuelvo un pesado si se trata de libros que para mí son basura

Porque tengo pocos conocidos con quienes comentar lo que leí

Porque invierto (o gasto) demasiado dinero en libros

Porque no falta quién se robe mis libros o no me los devuelva

Porque me da ansiedad leer tantas frases buenas y no saberlas de memoria

Porque me obligaron a leer "Diario. Corazón de un niño" y por eso lo odio

Porque si vendiera lo que fuera el mismo tiempo que dedico a leer, sería rico

Porque me nacen ganas de escribir, lo hago, quiero que me lean y nadie lo hace

Porque no duermo hasta terminar el capítulo, bueno, uno más y ya, está bien, el que sigue...

Porque no me cae bien cuando en cada charla presumen lo que han leído

Porque me quedo con ganas de saber qué pasó después del final

Porque si se me moja un libro, me enojo bastante. No debería ser importante

Porque me quejo de las revistas que hay en las salas de espera

Porque no puedo ser frívolo

Porque por eso tengo demasiados escrúpulos

Porque leer no me hace más guapo

Porque cualquiera puede sobrevivir sin leer. Siento que yo no

Porque me afecta más de lo normal la letra de un bolero

Porque leer no me da de comer

Porque me frustra no tener dinero para comprar el libro que me gustó

Porque hasta me la creo que eso me hace especial

Porque leer no siempre nos hace mejores personas

Porque me molesta que días como hoy pasen desapercibidos
¿Y tú por qué odias leer?

Pastilla roja


–Ya me tomé la pastilla roja ­–comenta Dominga sin que yo sepa a qué se refiere para después aclarar–. Salí de la matrix.


Me costó trabajo comprender a qué se refería. Ya después me recordó que en la película de los hermanos Wachowsky esa pastilla fue la que le dieron a Neo para despertar y salir de la matrix. Platicamos un buen rato con Norma y me hizo caer en la cuenta del momento que vivo en la actualidad.
Más allá de complots y grupos oscuros al estilo de esa cinta o del Código Da Vinci, pongo mi vida en retrospectiva y me hago consciente de que trabajo desde que tengo edad para hacerlo, y lo hago para empresas o instituciones donde me hacen sentir que de verdad me hacen un favor al darme empleo. Dominga me cuenta acerca de salir de un letargo en el que todos caemos, donde al final hacemos lo que los demás quieren. Entonces, somos manipulados siempre. Y parece de cuento, pero la verdad es que, si nos ponemos a pensar, somos educados para obedecer, consumir y no preguntar.
Ella lee, investiga, hace hallazgos, tiene en mente a su hermano sacerdote y se hace más preguntas. Sin embargo, eso le da paz y eso es algo que compartimos.
Hoy me desperté a las 8:30, puse la radio, me senté a escribir, fui a tomar un café con Clarisa, regresé, fui a la librería del FCE, me quedé un rato en la Rambla Cataluña, encontré amigos, saludé a Mariño, a Gil, a Nubia, me dijeron que había escrito un texto “que no quedó tan mal”, me aguanté la risa, regresé a casa, hice la comida, abrí libros nuevos, sonreí, me senté a escribir y al rato iré al cumple de Zul. Esa es una rutina que da paz y que me hace sentir libre.
En efecto, no tengo para pagar la renta, pero sé que llegará el dinero, y luego veré qué, mañana no sé qué haré en la mitad del día, pero la otra mitad disfrutaré ver a mi papá con sus amigos de la adolescencia. Además, este tiempo he escrito como nunca. Tengo proyectos en mente y tiempo para dedicarme a ellos. Recuerdo a FoLé cuando me contó lo difícil que fue para él la decisión de dedicarse de tiempo completo a la pintura. Entonces hago cuentas, sé que me irá bien, me tengo una confianza tremenda y nada ni nadie me puede detener. Entonces el impulso de mi gente, con Miriam y mi familia a la cabeza, cobra sentido. Le explico a un sacerdote acerca de lo difícil que es reconocer que tengo dones y la responsabilidad de explotarlos, de aprovecharlos para regresarle así a Dios (o como le queramos decir) todo lo que me da, pero sobre todo, darle sentido a todo lo que hago. Servir.
Ser libre luego de tomar la pastilla roja, da mucho miedo, me obliga a aprender a caminar de nuevo, a volver a conocer a las personas y sobre todo, a verlas desde otra perspectiva. Es entenderlo todo, renunciar y rechazar propuestas que me puedan amarrar de nuevo y saber que todo irá bien, porque ser libre ya es suficiente bueno.
La pregunta más frecuente: ¿A qué te dedicas?
Me acostumbro a decir que a escribir, aunque la siguiente pregunta sea qué hago para vivir. Llegará un momento en que dejaré de dar explicaciones. La libertad cuesta. La quiero.
*En la foto, con Zully, mi sobrina. En uno de mis actos de libertad.

martes, abril 13, 2010

Domingo


Tuve una vez un domingo feliz. Espigada sonríe, se muestra segura, habla del lugar como si se tratara del inicio de un sueño realizado. Serio, peinado a un lado por fuerza, intenta hablar y le gana la risa, son nervios. Alto y con el mayor desenfado al caminar, observa cada detalle, no habla.
Hugo cuida con la mirada a sus hijos, un niño y dos niñas con distinto carácter pero las mismas facciones, se ve contento. Lidia se siente apoyada con la presencia de David. César no demuestra manifiesta orgullo, pero en cuanto aparece Grettel, se convierte en ese personaje rudo capaz de enternecer a cualquiera.
Tengo tres regalos que no son el cielo, la luna ni el mar, pero son lo mejor que pudieron dar mis padres.
Muchas veces digo que en ocasiones me siento el menor de los cuatro y quizás sea por el nivel de admiración que les tengo. Quisiera tener el valor de César, el carácter de Lili y la mesura de Hugo, quisiera estar con ellos todo el tiempo y por eso procuro compartir su felicidad cada que se puede. Esta última vez los observé y no pude evitar el recuerdo de Hugo junto a mí rumbo a la primaria, sus brazos chorreados de mugre y su llanto el día que me peleé en la escuela; a César mostrarse todo un guerrero desde que nació, tomándome de los hombros arriba de la bicicleta cuando lo traía del preescolar y renegando, siempre, todavía; a Lili la primera vez que la abracé y la uní a mí para siempre, comiendo platos enteros de ostiones y patas de mula desde los dos años, con su cabello largo, bailarín y con el amor más manifestado que conozco.
No dejo de verlos así. No dejan de ser niños. Eso tenemos. Me los traje de paso en esta decisión que tomé de no crecer, de mantener vivo al niño, de ver amanecer hasta ahora los regalos en el árbol de Navidad y mostrar la misma ansiedad y sorpresa de la madrugada. Reímos, lloramos juntos, compartimos la emoción. Somos uno.
Este domingo los vi realizados, cada uno con sus retos y dificultades pero ninguno vencido. Todos hacen lo que quieren, lo que les gusta: abogado, contador, psicóloga, los tres con principios inquebrantables, valor y mucho por hacer. No somos hermanos con autos último modelo, ni con casas y terrenos, cada uno hace su lucha individual, con sus familias y con la claridad de que no podemos uno sin el apoyo del otro, no podemos dejar de ir al futbol de los domingos, ni dejar de asistir a la apertura del lugar de trabajo, ni de hablar con orgullo de los tres, ni dejar de amarnos.
Todos somos unos sentimentales, eso lo compartimos con nuestros papás. Ni modo. Somos imperfectos, discutimos, nos enojamos, nos sentimos mal de un mal comentario y preocupados de una decisión que consideramos poco acertada, pero nos disfrutamos este domingo, otro más, uno feliz que tuve.
*En la foto, Hugo y Lili inauguran sus oficinas en Ávila Camacho.

viernes, abril 09, 2010

El juego perfecto en una película imperfecta


Saber que estaría en cartelera el “refrito” de Los pequeños gigantes (Hugo Butler, México, 1960), me llevó a recordar aquellas tardes de martes de películas para niños en Canal 4. Entonces, cada semana me iba a la habitación de mis papás para ver lo que pasarían, mientras mi mamá planchaba. “Había una vez un barco chiquito…” era la canción que interpretaban mientras viajaban en autobús los niños de aquel equipo de Monterrey que en 1957 conquistó las ligas pequeñas en Estados Unidos. Recuerdo cómo se ponían a limpiar el campo para entrenar, el problema de las visas al estar en el torneo, a dos niños perdidos y desde luego el juego final, donde el pitcher, Ángel Macías, consigue un “juego perfecto” luego de que los compañeros y amigos lo animan con un “kikirikí”.
Invité a mi madre a ver El juego perfecto (Wiliam Dear, Estados Unidos, 2009) hace unos días, para recordar mejor aquella película que era en buena parte era un documental narrado por el entrenador César L. Faz, mientras veía esta versión.
Siempre es algo incómodo ver cómo los gringos nos meten a un estereotipo. Sí, en la medida de lo posible, la historia es la misma. Pero en este caso, Monterrey es mostrado como un ranchito, la frontera es sólo una pluma como las de estacionamiento y la música (que es de lo peor de la cinta) parece extraída de El Zorro. Luego de ignorar esto, los niños, actores, y en sí, el argumento, emocionan.
Soportada por escenas documentales de aquellos juegos históricos (que aparecen en la primera producción, hecha tres años después con los propios jugadores como actores), no deja de lado el homenaje al equipo y explota situaciones que conmueven, como la del Himno Nacional Mexicano (cualquiera que lo haya escuchado fuera del país puede entenderlo mejor), la relación de Ángel con su papá y varias escenas del racismo que se vivían en aquella década.
Se agradece, pues, el respeto al equipo de Monterrey, resultado del guión supervisado por quienes sobreviven de aquella gesta deportiva que, sin duda, dejó como herencia a una nutrida afición beisbolera en el país.
Salimos satisfechos de la sala, porque decidí dejarme llevar y disfrutar la película como lo que es. Claro, mi mamá y yo nos quedamos con Los pequeños gigantes, con todo y El barquito como tema musical y el kikirikí (que fue real) del último out, pero vale la intención ver El juego perfecto para las nuevas generaciones.


Fragmento de Los Pequeños gigantes:

miércoles, marzo 17, 2010

Escribir sirve para escribir




Guadalajara vive distinto. En el cotidiano no hace falta un motivo para encontrar situaciones estimulantes y dejarse llevar por ellas. Esta semana, el Festival Internacional de Cine no sólo me dio trabajo sino oportunidades para reencontrarme con sueños cumplidos (aunque sean ajenos) y personajes capaces de animarme a seguir. Esta tarde fui a ver "Suertes, Humores y Pequeñas Historias. Cortos Animados del Bicentenario", donde un grupo de animadores realizan anécdotas relacionadas con la Independencia y la Revolución en México, pero antes de los cortos, un breve documental muestra el proceso de realización en el que aparecen directores que han convertido a Guadalajara en la capital de la animación en el país. Entre ellos están René Castillo y Rita Basulto, a quienes admiro hace tiempo por su trabajo y, sobre todo, por el tipo de personas que son. Estos días, el tema de luchar por lo que se quiere lo veo en todas partes, incluso en el simple encuentro con Erasmo, quien me platicó de sus proyectos para hacer un largometraje con Tonatiuh.
En esta función, vi proyectos ambiciosos hechos realidad, lo que para propios y extraños sería un disparate o algo imposible. Y todo eso me hace pensar en la posibilidad (en lo posible) de lo que quiero de mí. No recuerdo en qué momento me empecé a creer que escribir es lo mío, pero pensar en ello me hace sonreír, me hace notar que, en mi caso, la felicidad está en estas líneas. Esta satisfacción no se compara con ganar buen dinero, estar con una hermosa mujer, o recibir reconocimientos. Se trata de aprovechar un don y sentir amor por lo que hago.



En el documental dedicado a Rigo Mora, animador que creó una escuela en esta área del cine, escuché acerca de compromiso, de la disciplina, de la intensidad, de no rendirse, de realizar un sueño. Eso resulta inspirador.



Llevo semanas en las que me siento incapaz de escribir, a pesar de que he decidido dedicarle más tiempo. Pero afortunadamente aparecen personas especiales que se han convertido en mi espejo, en parte de mi alma, en parte de mí, que me recuerdan la importancia de creer y no dejar de soñar. Pienso, entonces, que escribir ayuda a escribir. Suena redundante y vacío, pero tiene su fondo.



Gracias Miriam.




*En la primera foto, una imagen del cortometraje dirigido por Rita, donde la narradora es una niña que resulta ser hija de Hidalgo. Mi favorito de los que vi.
**En la segunda foto, en medio y de traje aparece Rigo, a la derecha René y a la izquierda Rita, quien quiero que me ilustre un libro.

lunes, febrero 15, 2010

Encarrilarse


Encarrilarse es algo complicado. Algo pasó estos tres años. En definitiva, no soy la misma persona, ni pienso igual, ni hablo igual, ni creo en el igual. Esta vez me ha costado como nunca encarrilarme para escribir. Me la pienso dos, tres, cuatro veces antes de hacerlo y como siempre, siempre encuentro pretextos. Seis meses dedicados a producir. Ahora me pregunto si los aprovecharé y me afirmo que sí. Hasta he decidido no “trabajar”. Darlo todo es algo que no me había atrevido. Recuerdo cuando Folé me contaba que decidió dedicarse sólo a pintar, las que pasó y lo que ahora es. Y reflexiono acerca de que, si no dedico tiempo y esfuerzo a escribir, jamás veré beneficios. De lo contrario, sería como el que reniega de no ganarse la lotería sin haber comprado boleto.
Sorbo café, escucho jazz, veo la gente pasar. Guadalajara me sienta bien, con sus jueves de salsa, con su cine a tres pasos, con su montón de mujeres lindas y sus calabacitas tiernas, con sus muchos autos, con su opción culturosa, con mi familia, con amigos, con los conocidos que me encuentro al paso de donde sea, con sus borracheras, con sus olores. Será que soy de aquí que hace que este sea mi elemento. Me acostumbro pronto y me sorprende eso. Pero sobre todo, me da miedo ser el que antes era, acostumbrarme al de antes y pronto también. Supongo que darme cuenta ayuda a no caer en lo mismo. ¿Será? Y entonces preguntármelo es dudar de mí y eso me preocupa también. “No te preocupes, ocúpate”, diría.
Me obligo a trabajar en mis asuntos, en lo que deseo, a esforzarme, y entiendo que todo se vale, menos rendirme. “El lobato se vence a sí mismo”, dice la ley de la selva… Me animo con textos como este y luego sabe qué pasa. Puede que no pase nada. Ayer vi Nueva York a escena y me di cuenta de lo que es hacer un buen guión; hoy vi a Gabi en el Tec dar clase y me di cuenta de lo que es una buena maestra, de que quiero serlo también; ayer vi bailar a Ada y me di cuenta de lo que es bailar bien, de lo bien que uno luce al hacerlo y me reí a morir con ella, Ale y Nayeli, quienes me sorprendieron al verlas bailar también; ayer encontré en Beatrice el placer de dar, de darse a través de un detalle. Me animo con eso también.
Luego no falta quien dice: “escribes bien”, cuando en realidad lo hago así nada más, a la carrera, por hacerlo. Demerito eso. Para mí, escribir es fácil. Y hacerlo fácil es la ciencia de esto, como ver jugar a Ronaldo o a Messi. Escribir esto, por ejemplo, es pasar el tiempo en un café, es por mientras, como ver televisión cambiando los canales en lo que se cumple el minuto que sigue, el siguiente.
Pienso en mi madre, en Mari Berra, en cuando estudiaba en el ITESO, en que me debo titular ya, en que quiero ir a ver a Diana Krall, en que no sé si iré por la noche a ver a los Leones Negros, en que depende de si veo o no a Rosi Lizaola, en lo guapa que está la chica que pasa, en cómo le estará yendo a Miriam en el DF, en que este café no es tan bueno, en lo que hablan los de la mesa de al lado, en que ya no paso por estudiante, en que dejo pasar oportunidades, en que me da miedo la siguiente sesión de la terapia, en que escribir lo que sea, como esto, me hace bien, en que me encarrilo, en que lo intento y lo consigo, en que tengo las manos calientes y en que las yemas de los dedos palpitan cada que uso un teclado y en que sentirlo es sentir vida en lo que hago.
Me voy.

*Foto tomada en La Selva: Ada, Nayeli, Ale y parte de mí.