viernes, abril 09, 2010

El juego perfecto en una película imperfecta


Saber que estaría en cartelera el “refrito” de Los pequeños gigantes (Hugo Butler, México, 1960), me llevó a recordar aquellas tardes de martes de películas para niños en Canal 4. Entonces, cada semana me iba a la habitación de mis papás para ver lo que pasarían, mientras mi mamá planchaba. “Había una vez un barco chiquito…” era la canción que interpretaban mientras viajaban en autobús los niños de aquel equipo de Monterrey que en 1957 conquistó las ligas pequeñas en Estados Unidos. Recuerdo cómo se ponían a limpiar el campo para entrenar, el problema de las visas al estar en el torneo, a dos niños perdidos y desde luego el juego final, donde el pitcher, Ángel Macías, consigue un “juego perfecto” luego de que los compañeros y amigos lo animan con un “kikirikí”.
Invité a mi madre a ver El juego perfecto (Wiliam Dear, Estados Unidos, 2009) hace unos días, para recordar mejor aquella película que era en buena parte era un documental narrado por el entrenador César L. Faz, mientras veía esta versión.
Siempre es algo incómodo ver cómo los gringos nos meten a un estereotipo. Sí, en la medida de lo posible, la historia es la misma. Pero en este caso, Monterrey es mostrado como un ranchito, la frontera es sólo una pluma como las de estacionamiento y la música (que es de lo peor de la cinta) parece extraída de El Zorro. Luego de ignorar esto, los niños, actores, y en sí, el argumento, emocionan.
Soportada por escenas documentales de aquellos juegos históricos (que aparecen en la primera producción, hecha tres años después con los propios jugadores como actores), no deja de lado el homenaje al equipo y explota situaciones que conmueven, como la del Himno Nacional Mexicano (cualquiera que lo haya escuchado fuera del país puede entenderlo mejor), la relación de Ángel con su papá y varias escenas del racismo que se vivían en aquella década.
Se agradece, pues, el respeto al equipo de Monterrey, resultado del guión supervisado por quienes sobreviven de aquella gesta deportiva que, sin duda, dejó como herencia a una nutrida afición beisbolera en el país.
Salimos satisfechos de la sala, porque decidí dejarme llevar y disfrutar la película como lo que es. Claro, mi mamá y yo nos quedamos con Los pequeños gigantes, con todo y El barquito como tema musical y el kikirikí (que fue real) del último out, pero vale la intención ver El juego perfecto para las nuevas generaciones.


Fragmento de Los Pequeños gigantes:

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