lunes, abril 30, 2007

Ser niño


Evocar recuerdos de la infancia me han mantenido como en una cometa: en vuelo, pero con un hilo que me sostiene a la tierra.
Como saben, trabajar con y para los niños, fue algo que se me dio. Gil Domínguez, uno de los culpables de que sucediera, dice que me llamó para ayudarlo en El Saltaperico (programa de Radio UdeG para niños) y en un taller de Papirolas (festival de cultura infantil), después de escucharme hablar y de ver cómo jugaba con las palabras, con las acciones y de notarme en la mirada a un niño vivo.
“La mayoría matamos a nuestro niño”, me dijo. Y eso me hizo recordar una ocasión donde mi madre, en el asiento trasero de un taxi, me dijo que el Niño Dios no traía los regalos de Navidad por arte de magia. Lloré mucho. Sentía un coraje inmenso pero no por la confesión, sino por que me lo dijo en un taxi. Lloraba porque el chofer no dejaba de verme por el espejo y, claro que para entonces, a mis 10 años, sabía todo eso. Aún así, de todo aquello rescato el matiz que le puso: “El Niño Dios nos da trabajo para poderles dar regalos. Por eso sí debemos agradecerle”.
Ese momento lo recuerdo bien porque entonces me puse el compromiso de no crecer, de ser niño siempre, toda mi vida. Y he defendido ese derecho en montón de batallas. Eso explica por qué no maté a mi niño.
Matar a nuestro niño tiene una relación directa con esos malos momentos que pudimos vivir durante la infancia. Debemos recordar que lo peor de esa época es lo inofensivos que somos, que por lo general no nos escuchan y que más de una vez nos tundieron a trancazos por hacer travesuras. Cada uno de ustedes tiene motivos suficientes para olvidar su infancia y normalmente, durante la adolescencia, nos deshacemos de nuestro niño o niña con un odio incontenible. “No seas infantil”, por ejemplo, es una frase tristemente célebre que utilizamos para insultar a los demás, y es una de las evidencias de que, en efecto, sentimos cierto reproche hacia ese tiempo que vivimos.
Curar la infancia es un proceso doloroso. Implica perdonar y comprender el daño que nos hicieron, obliga a abrir heridas para buscar cómo curarlas y sacar los mejores recuerdos de un tiempo que se nos fue.
“Todos tenemos un niño dentro” es un convencionalismo que me pone a pensar en un niño arrinconado, en cuclillas mientras llora. Nuestro niño pasado jugaba, pero también sufría, andaba solo y triste o bajo el sol mientras hacía fila en las tortillas. ¿De verdad debemos conservar a ese niño?
Graciela Montes, escritora argentina a la que debemos seguir el paso, dice que cuando escribimos para niños debemos hacerlo desde el que mejor conocemos: el propio. Eso hace universal lo que contamos, porque es real y honesto. Es por eso que saco estos cuestionamientos en este día.
¿Y ustedes cómo viven su niño? ¿O qué piensan hacer para rescatarlo?


*La imagen es de Rocío Coffeen, ilustración de "Ce", de mi libro "Cuentan de algunas letras".

viernes, abril 27, 2007

La ilusión de llegar

Sí, sé que la foto les recuerda esas filminas que les enseñaban en el catesismo, donde una flauta sonaba mientras Dios, con voz argentina de locutor, decía: "Te amo, hijo". Y ahora que lo pienso, luego de acordarme de la época, iba mucho con la moda de Los Pasteles Verdes, Los Ángeles Negros, King Clave y Palito Ortega. En fin... En realidad, esta imagen la tomé en la Sierra, después de cruzar el Río Lerma-Santiago, rumbo a un pueblo del municipio de Tequila llamado El Salvador.
El domingo pasado vino mi familia. Le conté a mi papá que había encontrado un lugar hermoso para acampar y uno de los pueblos más bonitos que he conocido. Así que los esperé y llegó acompañado de mi mamá, Hugo, César con Paty y su hija Grettel (que es una luz llena de sonrisas), mi hermana Lidia, mi abuelo José, mi tía Martha y mis primos Ricardo, Jazmín y Eduardo. Todos en el plan de conocer aquel lugar. "¿Falta mucho?", preguntaba mi papá.
Me daba risa que se invertían los papeles. Así lo cuestionaba cada 10 minutos cuando íbamos rumbo a la playa. "Está lejos", decía. Y entonces me puse a pensar en las distancias, en cómo después de conocer lugares como El Salvador o San Sebastián del Oeste, la ilusión de llegar nos hace perder la noción del tiempo. Mientras conducía hacia la sierra, recordaba el cielo, la planicie de un bosque de roble que se levanta sobre la tierra rojiza. Quiero vivir allá. "Está lejos", insistía mi papá y los demás le daban la razón. Jamás está lejos, cuando se trata del sitio donde quieres estar, pensaba.
Al fin llegamos, fuimos recibidos por la familia de Macario, un hombre de allá que sabe ser amigo. Su papá cumplía años y no le importó que llevara mucha gente. "No salgas con eso. Siempre estoy preparado. Nada más traeme tortillas". La comida alcanzó, fuimos tratados como saben hacerlo en la sierra y regresamos cansados pero contentos... Ya quiero volver a El Salvador. Lo haré en una semana, cuando venga Cornelio García a grabar su programa: "De kiosco en kiosco". estos días serán largos, pero el camino, de Amatitán al otro lado de la barranca, no estará lejos.

sábado, abril 21, 2007

La fiesta

“De ustedes depende que el aniversario de la fundación de Tequila no lo olvide nadie”, nos dijo el presidente a Alicia Rodríguez y a mí hace unas semanas. “Les encargo esta comisión porque sé que son capaces”. Era la prueba de fuego. Se trataba de la primera fiesta grande organizada por esta administración y a Guillermo Cordero, nuestro jefe, le serviría como carta de presentación.
Quienes conocen a Alicia saben que es una mujer que no se detiene y que hace que sea tangible todo aquello que puede parecer imposible. El 15 de abril, fecha en que se conmemoró el 477 aniversario de la fundación de Tequila, se hizo un fiestonón. Tal y como nos lo proponíamos.
15 días antes, Alicia me trajo una serie de papeles bond, pegadas entre sí, donde con dibujitos me explicaba lo de una peregrinación con que iniciaría la fiesta. “Es algo religiosa porque finalmente la conquista va muy relacionada con la evangelización”. Entonces me habló de los invitados: Sonajeros de Tuxpan, Tastoanes de Tonalá, “porque veneran a Santo Santiago y él fue el primer patrono de Tequila” y se luego venía el alma de la fiesta: la Virgen de Zapopan. La miré a los ojos cuando me lo dijo y, luego de una pausa, casi nos ponemos a llorar. Sí, puede parecer cursi o lo que gusten, pero traerla parecía una misión difícil… Ya deben imaginar qué pasó… Así es, vinieron todos.
Fueron dos semanas que me tuvieron fuera de circulación. No visité a mi familia en ese tiempo, trabajamos hasta tarde, conseguimos patrocinio de Sauza, Postof (quien diseñó mi primer libro) hizo los carteles, nos coordinamos con el equipo de gente tequilense que nunca dice: “no se va a poder”, y salió todo bien.
El domingo, Tequila se festejó. “Qué pastelote de cumpleaños nos regalaron”, dijo una señora en la plaza y al ver reacciones similares, el cansancio se nos olvidó. Y eso que todo comenzó a las 5 de la mañana, con unas mañanitas por las calles de la ciudad, donde tocaba la banda y lanzaban cohetes.
Peleas de gallos, registro civil, castillo, cantaritos con tequila, pozole, tostadas, juegos mecánicos, banda… Todo para conseguir la acción que hasta ahora ha conseguido más impacto positivo entre la población. Misión cumplida.

* En la foto, un tastoan de Tonalá.