viernes, febrero 27, 2009

Édgar


"¿Te acuerdas de Édgar? Uno de Avellanos, casi llegando a Limas", me preguntó Fredy ayer. No lo recordaba bien. "Tenía un ciber", dijo. Entonces supe de quién hablaba.

Édgar estuvo conmigo en la primaria y vivía a una cuadra de mi casa, por Avellanos. Su casa no tenía mucho de especial, pero la de al lado era la verdadera referencia. En ella vivía un tío suyo, en un lugar de lo más misterioso. Tenía un cancel negro y muy garigoleado, con un escudo del Atlas en la puerta. La reja, invadida por enredaderas, alcanzaba a ocultar unas jaulas entre las que recuerdo a un búho.

Édgar era de los niños más altos de la escuela y tenía una voz algo ronca. Le gustaba jugar futbol, como a todos, y le encantaba jugar con mi hermano Hugo, quien en ese tiempo iba en primero o segundo de primaria.

De todos los recuerdos que tengo de Édgar, uno es al que le tengo más cariño. Una tarde que fui a jugar a su casa, sacó una grabadora de esas Sony grandotas y un casette virgen. Sugirió que grabáramos nuestras voces. ¿Cómo?, pues como en una radionovela. Entonces, sacó varias revistas de Capulinita, de esas pequeñitas que tal vez recuerden. Él tenía muchas. De allí elegimos una, ensayamos voces y al final, él hizo a Capu y yo a su abue. Nos divertimos mucho. Él era muy simpático.

Édgar era algo solitario en casa. Era el hijo menor. Vivía solo con su mamá y su hermana. Cuando terminamos, ya en la noche, la hermana llegó y agarró su grabadora mientras renegaba que la habíamos tomado. Cuando nos la quitó, se metió al baño con ella. Puso el casette y nos quedamos preocupados de que se fuera a enojar. Pero no, se puso a escuchar todo lo que hicimos.

Fue la primera vez que hice algo relacionado con lo que ahora es mi profesión.

Fredy me hizo recordar a Édgar. "Sí me acuerdo ¿Qué pasó con él?", pregunté. "Acaba de morir. Necesitaba un trasplante de riñón. Estaba en la lista y ya no alcanzó", me comentó y no supe qué responder.

miércoles, febrero 25, 2009

De la tiznada



Es Miércoles de Ceniza. El día en que los católicos nos tiznamos y prometemos cosas. Acá me preguntan qué voy a ayunar. Dejar de tomar coca o asuntos de ese tipo, siempre me ha parecido una babosada.
La idea es ofrecer a Dios un sacrificio. Pero, ¿debe ser sacrificio? Y si estos 40 días hacemos una buena acción por él y retomamos buenos hábitos. Yo prefiero así. Durante 40 días, escribiré y volveré a hacer ejercicio. Me late ofrecerle a Dios eso, en lugar de dejar de hacer cosas que ni al caso.

* Foto tomada en El Palomar, mientras me puse a escribir un rato. Me gustó.

Tiempo perdido


Retomé Momo. Recuerdo que estaba en la preparatoria la primera vez que lo leí. De ahí en adelante, me aficioné a la literatura fantástica y luego a la infantil. Y leer ahora esta novela de Michael Ende, en una edición de pasta dura, más bonita que la de entonces, me coloca en un sitio distinto, apoderado por los hombres de negro y con un signo de interrogación como respuesta cuando me pregunto a qué dedico mi tiempo.
Me preocupa la voz de mi madre, me molestan las indirectas y llamadas de atención de mis hermanos cuando un fin de semana no voy a visitarlos. Extraño a mis amigos y extrañaba mucho escribir en este espacio olvidado desde hace tres meses.
Mi papá dice: "prioridades". Y sí, como la de sentarme a leer en voz alta para alguien, la de escribir cartitas con dibujos para mis sobrinos, la de tomarme unas micheladas deliciosas de las que hace Mario en casa de Fredy, la de ir a ver al Atlas cuando viene Fausto a Guadalajara, la de ir a la lucha libre, la de abrazar en un saludo. En Momo, para los de negro todo eso es tiempo perdido, mal aprovechado. Ya decimos como algo normal: "invertí el tiempo en esto o aquello". En estos tiempos, "invertir" es un riesgo. Podemos ganar o perder. Pero creo que cuando se trata de los amigos, la familia, el libro, escribirnos a nosotros mismos, hablar con Dios, comprarnos un helado de chocolate, todo es ganar.
Dejé el blog porque me quitaba tiempo. Vuelvo porque he perdido más al no utilizar mi tiempo para escribirles por aquí.
Aquí sigo. Me reconozco. No me gusto del todo, pero trabajo en ello. Así que a escribir, a leerlos.

* La foto es tomada en mi oficina. Creo que la tomó Oriana. Lo dice todo.