lunes, diciembre 14, 2009

La no despedida

El día comienza con una llamada. Contesto. Es mi madre. "Hijo, ya me voy a Estados Unidos. Estoy en el avión. ¿Te desperté?". Apenas son las 7:30 y empiezo a razonar, a recordar lo de su viaje para visitar a sus hermanos. "Regreso el 23", dice. Entonces me quedo callado un par de segundos, de esos bien aprovechados en los que solemos pensar mil asuntos. No la vi ayer. Me tuve que quedar en Tequila por trabajo y no la vi ayer.
Desde hace días pienso en este post. Estoy en periodo de balance y evalúo cuánto gané, cuánto perdí cuando salí de Guadalajara. La FIL me sirvió para darme cuenta de que tres años son suficientes para mandarnos al olvido, para entender que muchísima gente me buscó allá mientras le serví y que ahora que no estoy en ningún medio, recibo menos sonrisas y saludos efusivos.
Me quedé a esperar la revisión del último informe de mi jefe Guillermo. Es hoy. En un par de semanas termina oficialmente mi ciclo aquí y ayer, domingo, la familia de mi papá se reunió en La Calera, en una de las dos o tres oportunidades del año en las que nos reunimos casi todos los primos y tíos en torno a mi abuela Nena. No fui. "Hay prioridades", dice mi papá. Tiene razón. No tuve manera de salir de aquí, como muchas veces sucedió en los tres años, y no recordé que hoy mi mamá saldría de viaje y la vería hasta Navidad. Ayer era el momento de estar con ella. Es cuestión de tiempo para que mi papá me vuelva a explicar esto de las prioridades y según sé, este año pasará Navidad con su familia en La Peñita. Lo quiero acompañar.
A pesar de esto, la distancia con mi familia es mucho más corta que antes. Ellos saben que estas tres semanas han sido las más pesadas del año acá y, finalmente, me regreso empezando el año y aún no sé a qué casa.
Lo decía, en el recuento han cambiado muchas cosas, he cambiado yo. Mi periodo de terapia me ha servido para entender esto del crecimiento que a veces es placentero y en ocasiones duele.
He hecho amigos, diferentes a los que tengo en Guadalajara y toco piso como nunca. Este asunto de la soberbia con la que me sentía antes de venirme quedó en el pasado, adquirí experiencia en asuntos de gestión y manejo de grupo, aprendí de mis compañeros, de mi jefe, asuntos que antes no me atreví si quiera a entender y ahora estoy más dispuesto a arriesgar.
Sí, duele no haberme despedido de mi mamá. Tenemos la dicha, en mi familia, de ser apegados, de tener muchas ganas de vernos siempre, de cantar juntos, de hacer el ridículo para que mi papá sonría, de jugar con los sobrinos, de perdonar y de comprendernos. Eso me deja tranquilo.
El paso que sigue es de planeación. Empiezo a incluir en mi literatura libros relacionados con temas empresariales y me emociona leerlos. Retomo lecturas para niños, hago planes para mi regreso y veo la manera de dejar un pie en Tequila para ayudar en el desarrollo de temas culturosos.
Dice mi madre que sueño pero no hago nada. Dice, corrijo, que ya hago algo al respecto. Lo dice cuando me hace notar cambios que he tenido acá.
En fin. Hay mucho trabajo hoy en la presidencia y a partir de mañana, mucho trabajo propio. Pero en el inter, quiero ir a Vallarta para visitar a Miriam, antes de que también se vaya de viaje, porque es de las personas que siempre me recuerda la importancia de no abandonar lo que sueño. Aquel sol siempre me ha ayudado a aclararlo todo.

martes, noviembre 24, 2009

Tiempo perdido / Tiempo invertido


Hago una relectura de Momo, de Michael Ende, y mientras me vuelvo a encontrar con ella y sus amigos Bepo, Gigi y la tortuga Casiopea, me veo reflejado en los hombres de gris, encuentro en mis amigos, en mi familia, en la gente que veo a diario, algo de ellos.
Los hombres de gris procuran que nadie los recuerde, se presentan un día, hacen números a cerca del “tiempo perdido” y abren una cuenta. Ellos son expertos en lo que llamamos “aprovechar el tiempo” y elaboran agendas donde el tiempo para darle de comer al perico, de visitar a la familia, de jugar, de ir al cine, de hacer una llamada para saludar, incluso de comer, no aparece.
Momo y sus aliados son capaces de resistirse a esto, porque a pesar de que se esconden los hombres de gris, los recuerdan, saben que existen, los enfrentan con tal de conseguir que las personas recuperen su tiempo libre.
Estaba en la preparatoria cuando leí por primera vez este libro, y aunque Momo es literatura fantástica, aborda un tema real que hoy me preocupa más que entonces. Periódicamente no tengo tiempo para comer, tampoco para levantar el teléfono y preguntar a mi mamá cómo está, para escribir, leer, salir de campamento y menos aún para estar con mis amigos o asistir a un cumpleaños o a una FIL. De la misma manera que Momo puede ver a los hombres de gris mientras los demás no lo hacen, ahora estoy más consciente de ese tiempo invertido (y perdido) en el trabajo.
Todos somos el espejo del otro, esa reflexión aparece también en la novela. Así, me veo en la gente que conozco. Pero me preocupa, sobre todo, notar esa pérdida de vida “invertida” en más tiempo con la gente que amo; como Hugo que decide no comer a sus horas (o de plano no lo hace); como Miriam, que es incapaz de saludar y para no hacerlo mejor bloquea del msn a las personas que la quieren; como Norma que prefiere no descansar y a quien le parece que el tiempo para ella vale menos; como Liz, que nunca tiene tiempo tampoco; y sobre todo, como yo que he hecho lo anterior y mucho más.
Mi estancia en Tequila me hizo ser así también. Curioso, porque vivo en un pueblo donde se supone la vida es más leve. Pero esto del tiempo no depende de un sitio, sino de uno mismo.
Así he desatendido a mi familia, a amigos entrañables e indispensables como Toni, Carmen, Rocío, Betha, Gabi, Mario, Fredy, Tessie, Triana, Cynthia y muchos otros. Y hacerlo consciente, ayuda. Hoy me preocupa, y en la medida de lo posible, poco a poco, empiezo a corregir esto del tiempo, a recuperarlo, a tenerlo “libre” para situaciones a veces más importantes que el trabajo y que a su vez, son las que indican que vale la pena vivir. "Hay prioridades", dice mi papá, y se refiere a la gente que queremos y nos quiere.
Los hombres de gris nos rondan y dominan, pero descubrirlos y contarle a los demás que existen, hace que desaparezcan. Por no tener tiempo libre podemos perder a los amigos, la familia, los amores, el gusto por ver, escuchar, probar, de sentirlo todo. Recuperarlos, no siempre es fácil, no siempre se puede.

jueves, octubre 29, 2009

¡Salú Daviiiiii!


Se podría escribir un anecdotario vasto relacionado con David "Negro" Guerrero. Quienes tuvimos la fortuna de conocerlo y ser parte de su larga lista de amistades, tenemos mucho qué contar. Angélica Iñiguez me platicó hace años que cuando en El Saltaperico hacía el personaje de "Ruidín Campanoso", el Negro se subió a una silla y se tiró un pedo en el micrófono. Todo salió al aire, y nadie negará que enseñaba diferentes sonidos a los niños.
Hoy, todo el mundo habla de lo bueno que era, de su importancia como periodista, promotor cultural, productor, elogian su voz, su manera de leer, dicen que representa una página importantísima en Radio UdeG (aunque por asuntos de política lo tenían congelado), y bueno, lo que se espera escuchar de quienes se van de este mundo, casi al grado de canonizarlos.
En mi caso, tengo flachazos que quiero compartir, de todo.
1. Escuchaba al "Negro" Guerrero cuando empecé a sintonizar Radio UdeG. Entonces conducía el noticiero matutino, de 7 a 9 de la mañana.
2. Cuando entré a la radio a hacer prácticas, lo vi por primera vez. Obvio, lo imaginaba diferente. Sí, estaba tan prieto como pensaba. Pero uno idealiza las voces. Resultó estar, además de prieto, chaparro, cabezón y feo.
3. En la primera charla que lo escuché, en vivo, reconocía que estaba orgulloso de su parte femenina. Me cayó bien.
4. La frase que siempre me acompaña me la dijo en un regaño: "Tú a mí no me enseñas nada. De ti aprendo".
5. Luego de una borrachera en la FIL, yo salía con Michelle (chica canadiense que marcó mi vida) y se nos pegó para seguirla. Fuimos a bailar a La Tropicosa y después no sabía cómo deshacerme de él para perderme con la güerita, hasta que de plano le dije que ya lo dejábamos en su casa. Se enojó conmigo.
6. Nos quedamos en su casa Gil Domínguez, Lore, Negro y yo. Hicimos música con sonidos. Fue divertido.
7. Las fiestas en su casa de Independencia eran interminables y llenas de todo exceso.
8. Con él, en Lagos de Moreno, vi la derrota de México frente a Argentina en el mundial de Corea-Japón.
9. Lo recuerdo incontables ocasiones en La Fuente, gritándole a Meño, y en La Mutualista, gritando desde la calle que le abran.
10. Se ponía loción Samborn's, decía que le gustaba oler a viejito.
11. Para saludar hacía que sonaran las manos y abrazaba con fuerza. Era entretenido caminar con él porque en todas partes conocía gente, lo saludaban, platicaba, y fuera a donde fuera no era raro que desviara el camino para llegar a una cantina.
12. La última vez que lo vi, fuimos a su programa "Los sueños del éter", a las 6 de la madrugada. Estaba feliz de que le llevara música de Antonio Aguilar. Fue divertido ver cómo torcía la boca para hacerle como gallo. Nos reímos mucho: "¿Cómo estás Pancho? ¿Tendiste la cama? Me levanté y no me habías hecho el desayuo", dijo. Al terminar, a las 7 de la mañana, se fue al Seven a comprarse un New-Mix.
13. Pienso que fue una de mis influencias más importantes en asuntos de amores. Si digo que besó casi a todas, no exagero.
14. Verlo con Frida fue sorpresivo, sobre todo en su época de Lagos de Moreno. Él tenía, al fin, una familia. Los hijos de ella lo veían como su papá y su hija heredó todo el carisma que le conocimos. Es un sol.
15. Nunca negó ser bebedor y querendón, amiguero, y como dijera parafraseando a Antonio Aguilar: ¡Capitalino, capitalino, mujeriego, mujeriego, pero sieeeempre ser sincero!
16. Salú
*Foto robada de "La Gaceta" de la UdeG.

martes, octubre 27, 2009

Mario se une a Pati






Llego a Ajijic. Afuera de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe estaba Mario muy bien vestido, sereno pero sonriente. ¿Cómo te sientes?, le pregunto. Chingón, tranquilo, dijo con una actitud que refleja una seguridad que se contagia. Me tranquilizo. Confieso que en el camino de Tequila a Ajijic me sentí nervioso, nostálgico, ansioso, me compré un whisky de esos preparados en un oxxo y canté. Puse, obviamente, a "El Pirulí", y por mi mente pasaron escenas que compartimos con Fausto, con Fredy, con el Chino, nuestros viajes a Vallarta, a San Sebastián del Oeste, una cerveza fría en la mano, en la garganta y la certeza de que la felicidad sabe así, se siente así.
Vallarta. En un viaje de esos para recibir el Año Nuevo, conocimos a Pati, o Maripi. Nos pareció bonita a todos, pero jamás imaginamos que tiempo después sería parte de Mario, parte de nosotros.
En la celebración religiosa suena la orquesta de cámara, entra Mario, Fredy me ve. Quiero llorar, me dice. Yo también. Paola nos tranquiliza. Me siento feliz. Veo a Pati. Está contenta. Se miran. La felicidad se ve así. Se dicen, acepto, la gente aplaude.
A la salida nos encontramos, hermanos de escultismo, de historias, de corazón, de recuerdos, de siempre. Tere, Fausto, El Primo, Chino, amigos como Christian (quien tuvo su qué ver con el vínculo que se hizo en ese momento).
Teníamos 11 años. Físicamente, Mario era como la copia de Joselito y traía una pañoleta blanca. Los dos éramos de los más chicos en la tropa. Él entró en la patrulla Condors y yo en la Linces. Desde entonces nos hablamos. Un tiempo cada quién tomó su rumbo hasta que a los 15 nos volvimos a encontrar. Ese tiempo, con Dani al frente, todos nos conocimos mejor, nos acercamos, nos convertimos en una familia.
La fiesta es en la casa de los Gerber, al borde del Lago de Chapala, en medio de un jardín perfectamente bien cuidado, por la tarde, bajo un calor delicioso, entre gente que ama a los novios.
En dos mesas nos acomodamos. Después llega Luis Amor, Paola, todos con sus parejas, los papás y las hermanas de Fausto, sin niños, fue clara la invitación. Y lo que para papás y mamás era una molestia porque tendrían que acomodar a sus hijos antes de ir, se convierte en una ventaja. Nos disfrutamos como nunca. Reímos, recordamos, discutimos, cantamos, bailamos y fuimos parte de ese clima amoroso que rodeó a Mario y a Pati. Decidí disfrutar ir solo y ver a todos contentos, mis amigos con mujeres excepcionales, guapas, divertidas, mis amigas con hombres que las adoran.
Una buena orquesta, el Sol reflejado en el lago se esconde, nos tomamos fotografías, nos abrazamos, cambiamos de lugar, Fredy conmemora 20 años de haber contado por primera vez "El de las calabacitas", somos nosotros mismos, sin máscaras, sin formalismos, sin preocupaciones. Así se vive la felicidad.
Caminamos años enteros, cruzamos sierras, subimos, bajamos, encendimos una fogata bajo la lluvia, lloramos frente a una fogata, nos enamoramos, nos enojamos, nos perdonamos, estamos al pendiente, nos extrañamos, cantamos, bebemos, vemos juntos el amanecer, crecemos, y seguimos donde mismo, en la misma familia. Nos hicimos hermanos.
Nos quedamos hasta que termina la fiesta, como siempre. Llegaron Paloma y Fer. Todos comentamos lo contento que se ven Mario y Pati. Todos deseamos conocer más a Pati, convivir con ella, sabemos que sucederá y que la querremos como a Penny, a Magui, a Paola, a Mirna, a Norma, al Canis.
Nos despedimos de Mario y Pati, los felicitamos, notamos que nuestro Mayito está en buenas manos. Cenamos tacos en Chapala, prolongamos el encuentro, reímos hasta llorar, nos despedimos con un abrazo y cada quién salió a su casa.
Lo digo cada que puedo: Mi mejor día de 2009. Quizás tiene qué ver con que es el último de mis hermanos que se casa (eso me hace oficialmente el único soltero). Quizás tiene qué ver con que al fin decidí disfrutar las bodas sin preocuparme de mi futuro, y qué mejor que comenzar con esta.
* En la foto de arriba, todos; en medio, los novios ahora esposos; abajo, Fredy, Chino, Mario, Fausto, yo, Primo y Amorcito (Luis). Incluyo el video de Las Calabacitas en su 20 aniversario. Disfrútenlo.

viernes, septiembre 04, 2009

Ciclo cerrado


Que el nuevo coordinador editorial decidió dejar de prescindir de algunos colaboradores; que no entregué una columna. Como sea. Desde el pasado miércoles estoy fuera de El Informador, con quien mi único vínculo seguía siendo la columna "Apreciación del arte". Yo opino que el periódico no se pierde de mucho, y estoy seguro de que yo tampoco. Estoy tranquilo porque no le debo nada ni me debe nada, así que estamos a mano y en paz.

Hace varios años, casi 10, Franco (a quien sigo considerando mi amigo aunque no me hable) me invitó a dejar la Secretaría de Cultura para ingresar a este diario que resulta ser el más antiguo y de mayor tradición en Guadalajara. Así fue como comencé una carrera en el periodismo cultural que he procurado no desatender.
Aprendí mucho de él, de Ana, Aurora, Zul, Liliana, Aracely, Lupita, Eduardo, Liliana, Aimeé, Palos, Almádez, Nacho, y sobre todo de quienes para mí fueron lo más duro de esta experiencia: Carlos, Salomón y ahora Verea. Todos ellos y varios más que se me escapan son mis maestros de periodismo en la práctica. Con todos deseo ser agradecido.
Prácticamente, el que aquí escribe, comenzó a hacerse profesionalmente allí, luego de sus dos primeras escuelas: Radio UdeG y Secretaría de Cultura. En esa redacción de Independencia y Pino Suárez crecí, estreché lazos, me di a conocer y me hice de muchas palabras, de este don que me recordó Juan Pablo Cerrillos que tengo.
Esta salida de El Informador la veo como el cierre de un ciclo. Y llega a tiempo. Justo cuando veo resultados positivos y buenos comentarios con la revista que edito: La Membrana, y poco antes de que llegue Liliana Zamora para trabajar un proyecto que queremos hacer, y justo minutos después de que Carlitos López de Alba me invita a publicar un libro, o cuando apenas hace dos semanas Triana y Cynthia me llaman de nuevo para Mundo Caracol... ¡Y lo que falta!
Siendo honesto. Ese día me dolió. Sentí como si dejara a una novia de muchos años (que nunca he tenido) luego de que lo nuestro ya sólo era costumbre. Eso fue el miércoles. Hoy, me siento en paz y con mucho camino por recorrer. Ese ciclo, lo he cerrado y con la frente en alto.
*Foto tomada en el módulo de El Informador de la FIL hace algunos años. Ya la había publicado hace dos años, pero ahora viene al caso.

jueves, agosto 20, 2009

Doce pasos

Hace varios años asistí a una sesión de AA. Se trataba de los 30 años (o algo así) sin beber, de mi tío abuelo. "Mi nombre es G, y soy alcohólico", dijo. "¡Ánimo G!", respondieron los compañeros que estaban presentes. Por el estrado vi desfilar a un hombre, a otro, a otro, todos hablando de los problemas que tenían o tuvieron, por su manera de beber. Y cuando hablo de problemas, me refiero a situaciones en las que cualquiera puede pensar que no se levantará jamás. Vi llanto, había risas, y mucho, pero mucho dolor.
Todos ellos habían hecho todo el daño posible a la gente que más amaban, decían que se extraviaron por completo hasta convertirse en alguien sin vida propia, incapaz de gobernarse, sin ese poder de decidir por sí mismos. Entonces yo volteaba a observar el salón con la esperanza de encontrar a alguien de su casa. Nadie. Ni su esposa, ni sus hijos, ni sus nietos. Ya después entendí que a todos los perdió por el alcohol. Sólo estábamos mi madre, mi tía y yo como familiares.
Esa noche viví una experiencia inolvidable y terminé admirando a G., así como a los hombres que asistieron, que se trataban como hermanos, y que mencionaron que habían sido descatados por él. Entonces valoré a esas personas que, sin embargo, en el pasado habían hecho mucho daño y pudieron ser juzgadas como lo peor del mundo.

Ya va a ser un año desde que decidí pedir ayuda para salir de un hoyo similar. Era tiempo de lluvia también, cuando me acerqué a Raquel para explicar que quería resolver una especie de disfunción que tenía para relacionarme sentimentalmente con las mujeres. Entonces confesé todo el daño que le he hecho a muchísimas y noté el daño que me he hecho también, al grado de perder el control y verme incapaz de gobernarme.
El proceso ha sido largo. He tenido que reconocer y enfrentar mi adicción a esta adrenalina que se produce cuando deseo conquistar a una, a otra, a la que sigue, y así, sin parar, hasta obtenter todas las relaciones sexuales posibles. Lo que seguía era escapar.
A gente cercana a mí le he explicado que por esta razón sigo solo. Y que por lo mismo, me he dedicado a echar a perder oportunidades con gente que me ama y que podría amar yo, al grado de lastimarla.
Mirarme frente al espejo ha sido duro. Muy triste. He encontrado a la peor persona que puedo conocer, he sido rudo conmigo mismo, y lo más difícil de todo, me he perdonado y he comprendido que de esos errores no tengo más que aprender y crecer. En esa búsqueda, en un rincón, encontré a mi niño olvidado y lleno de miedo, y me encontré a mi adolescente convencido de que va a fallar en todo lo que se proponga.
También me descubrí desarrollando un sistema perfecto en el que hasta yo me engañaba al hacerme creer que "quería" a alguien cuando en realidad mis fines eran otros. Todo esto, sin darme cuenta de nada; como dije, sin control. Quitarme la venda también ha sido terrible. Sin embargo, a pesar del dolor que he causado, de las mujeres que pueden sentir odio hacia mí por lo que hice, confesarlo y ofrecer una disculpa me está dando mucha paz (entiendo el enojo y el rencor que puedo producir y asumo mi parte).
La verdad duele, bastante, pero me doy cuenta de que la verdad absoluta, donde se incluyen las partes positivas y negativas, puede darme paz.
Quizás poca gente entienda este proceso. Seguido me preguntan por qué tomo esta decisión o aquella. Todo parece incongruente, pero lo que hago tiene un fin (al fin soy consciente de lo que hago) y comprenderé perfectamente si en el camino hay gente desencantada, decepcionada o molesta con lo que he hecho. Hoy prefiero ser honesto de verdad y confesar que he mentido en ocasiones, con el lógico riesgo de perder toda confianza. Hoy digo "no". Hoy le daré tiempo a quienes amo de verdad. Hoy sé que al final quedará la gente que siempre ha estado conmigo.
Estoy descubriendo que mi proceso no dista mucho de ser como el de recuperación de AA. Cito: 1. Admisión del alcoholismo; 2. Análisis de la personalidad y catarsis; 3. Reajuste de las relaciones interpersonales; 4. Dependencia de un poder superior; 5. Trabajo. Lo anterior se logra a través de los tan famosos "Doce pasos" (http://www.aamexico.org.mx/docepasos.html).
Esta noche siento la necesidad de hablarlo y compartirlo. Gracias. Esta noche, como ayer, como mañana, estoy contento conmigo.

"¿Estás en los doce pasos?", me preguntó una amiga. Sí. Soy Francisco y soy un adicto.

martes, agosto 04, 2009

Uno escribe

Acabo de encontrar este poema en La Manzana. Hace tres años, poco más, este periódico cultural dio inicio en Guadalajara con mi amiga Ingrid Valencia al frente, con Fernando de León en la edición. Desde el inicio me invitaron para encargarme de la sección infantil y la de artes plásticas. Desde entonces, el proyecto ha crecido y procuro no perderle la pista. Extraño colaborar con ellos.
Por otra parte, a Raúl Bañuelos lo conozco de más tiempo, a través de David "Negro" Guerrero. Se trata de un poeta en toda la extensión de la palabra y desde hace mucho me gusta leerlo. Esta vez, con este texto, me abrió los ojos de muchas formas. Supongo que el fin de la poesía es tocar el alma con la voz. Éste lo consigue conmigo.

Uno escribe
Raúl Bañuelos

Uno escribe porque fue niño
y aprendió a escribir en los cuadernos
y en las cosas

y porque ya está crecido teniendo asombro
por las cosas que viven y por las que mueren

Uno escribe porque la muerte vive
y lo carga en hombros por el camino

y porque la vida está viva
como quien la siembra de su agua
y su sol constantemente

Uno escribe porque es incapaz de cantar como
ciertos pájaros
y canta a su modo

Uno escribe porque la luna permanece
entera ciertos días

Porque hay mar y dónde
poner los pies en la tierra

Uno escribe por el ojo de una aguja

desde el ojo de un águila

a causa de uno ojo de agua
Uno escribe porque un día
leyó un poema quechua: “Se supone que
debo
partir hoy.
No iré. Iré
Mañana. Cuando parta me verán
tocando una flauta de huesos de mosca;
una tela de araña será mi bandera;
un huevo de hormiga será mi tambor
y mi sombrero el nido de un colibrí”.

Uno escribe por el viento
que le dice cosas al oído

por las paletas de fresa y los deshielos,
por los gajos de naranja y las abejas,
por los creadores diarios del mundo
más directos y visibles.:

el albañil que carga en los ladrillos y en la
mezcla
la materia cercana al universo,
el zapatero que junta en sus manos
distancias imposibles,
el campesino que suda en su cuerpo los cansancios
del alma propia y ajena,
la obrera que deja en la fábrica años
de lucidez y locura

Uno vive por la herida que despierta el sueño
por las moscas que hacen velar la herida
porque la luz es siempre ella misma
y no agota nunca su gracia
de hacernos ver las cosas

Por Dios, la libertad, la alegría
por todo lo que sabemos
por lo que hace falta

Por el lápiz con que escribe
escribe uno

viernes, julio 17, 2009

Allá tú, Álvaro


"¡Franco!", decía Álvaro cada que nos veíamos.
Hace varios años lo conocí a través de la televisión. Él, con un ingeniero, se ponían a platicar acerca de lo que sucedía en la calle. Captaban con una cámarita frases mal escritas en letreros que encontraban o casos curiosos, y lo comentaban. Me reía mucho al verlos. Me parecía que el suyo era un humor ácido, inteligente, audaz. Y quedaba sorprendido de cómo, dos hombres de edad, sentados, podían mantener mi atención con lo que decían.
Hace poco, Álvar me contó cómo fue que salió de televisión. Parafraseo:

Estaba en Canal 6 cuando se transmitía desde Avenida Circunvalación. En ese tiempo, llevaba mi camarita a todas partes para hacer tomas de lo que encontraba, y me encontré en la torre de Televisa Guadalajara unos zopilotes dando vueltas. Lo grabé, y grabé también un nido de águila que había en la torre de Canal 6. Entonces, al aire pasamos las dos tomas y preguntamos al público dónde prefieren estar, ¿donde rondan los zopilotes o donde se postra una águila?
Tiempo después, al Canal 6 lo compró Televisa. Y fui a preguntar si con este cambio íbamos a seguir al aire. Me preguntó el directivo:
-¿Usted es Álvaro González?
-Sí.
-Ah. Entonces no.
-¿Por qué?
-Porque usted es el de los zopilotes.

Muchas mañanas, a las 6, desperté escuchando "Allá tú", un programa donde no había más que su voz y su sabiduría. Aprendí de dónde nacen algunas palabras, algo de historia de Jalisco y de México, y escuché críticas inteligentes de lo que sucedía en el momento. Todo aderezado con una voz argentina y un ritmo que le daba estilo propio. Lo vi en persona en algún aniversario de Radio Universidad -en el tiempo que laboré ahí-, donde escuchaba de él comentarios dignos de una leyenda. Escuché cómo se llevaban de groserías el Negro Guerrero y él, y me cayó mejor.
Pero el contacto ya directo con Álvar fue en Tequila. Él vino con dos amigos alemanes que tenían planeado filmar un documental para la UNESCO, donde apareciera el paisaje agavero como Patrimonio de la Humanidad. Vimos lugares, le presenté a algunas personas, y prácticamente trabajamos juntos en el scouting y un poco en la producción. A Ana, mi secretaria, la acusó de "mataviejitos" porque los puso a caminar mucho cuando fueron a conocer Los Lavaderos, y sufrimos juntos con el ego del equipo de producción que contrataron los alemanes. El resultado, al final, fue espléndido.
Hoy me enteré por medio de Radio Universidad de su reciente fallecimiento. Él murió ayer, estaba enfermo del corazón, y me puse triste al saberlo. Alicia fue a la misa. Yo no quise. Mejor le dediqué un tiempo en la Capilla de Los Desamparados y le agradecí a Dios haberlo conocido y que me haya considerado su amigo.
Voy a extrañar los correos de este verbotraficante, pero hay manera de seguirlo escuchando en su página web: http://www.alvargonzalez.info/ y en Radio Universidad transmitirán algunos programas suyos a manera de homenaje.
Si tú que lees lo conociste o lo llevaste a ver o escuchar, y tienes algo qué agregar, te agradecería que lo compartieras para sumarnos a este sencillo homenaje.

miércoles, junio 03, 2009

Zacatecas



Mi madre y yo acostumbramos regalarnos un día para celebrar mi cumple y el día de las mamás (coinciden en fecha). Entonces nos vamos al cine, a comer, a cenar, platicamos y estamos nada más el uno para el otro. Este año, supe que ella y mi tía Martha irían a Zacatecas con su grupo de pensionados y decidí tomarme una semana de vacaciones para acoplarme. Empaqué mis cosas, las alcancé allá y disfruté mucho su compañía mientras me daba cuenta de que hace muchos años que no tomo una semana de vacaciones. Quizás cinco o seis.

Recuerdo mucho que alguien dijo que descansar es parte del trabajo porque nos hace rendir más. Y también, el descanso cuenta con ese espacio encargado de crear: el ocio. Zacatecas es un lugar para observar con atención. Sus calles, museos y edificios, hacen un conjunto único en nuestro país. Antes la comparaba con Guanajuato, pero ahora estoy seguro de que esta ciudad me gusta mucho más porque no huele feo, su gente es más bonita y cuenta con museos llenos de magia.

Ya tenía un par de deudas. Con mi mamá y mi tía visité el Museo Rafael Coronel y me dejé impresionar por la colección de máscaras, pero sobre todo con la de títeres de Rosete Atanda. Luego de mucho caminar, de reír con mis doñas favoritas y de echarnos una bailada por la noche en la cena de los jubilados, donde por cierto fui testigo de pasiones sin edad, me quedé solo.

El último día decidí dedicarlo al Museo Manuel Felguérez, único en el país dedicado al arte abstracto. Allí fui tocado en el corazón. La sensación de ver tantas piezas que me gustaron, hizo que en algún momento me quedara sobreestimulado. Era mucha información. Pero sin duda, lo que me dejó más impresionado fue la sala dedicada a Osaka, con obras de 10 x 12 metros. ¡Wooow!, y una donde se camina en un pasillo suspendido, y donde descubrí que el museo antes fue una prisión.

En Zacatecas también conocí, hace algunos años, a Martha. Aprovechamos para cerrar un ciclo y darme cuenta de que crecer no siempre es placentero.

En fin. Las vacaciones terminaron en el cumple de Vania, en El Calavera, donde lo pasé genial con tres amigas a quien me dio harto gusto ver, y en el teatro, donde al fin pude ver "Canek".

martes, mayo 12, 2009

34 añejos


1. Nací el 10 de mayo de 1975. Día de las Madres. Según una efemérides, en la misma fecha, de 1899 nace Fred Astaire; en 1933, los nazis quemaron 2o mil libros de una lista negra de autores; en 1960 nace Bono, de U2; y el mero día en que nací, murió asesinado un poeta salvadoreño de nombre Roque Dalton.
2. Siempre he bromeado acerca de un supuesto enojo de mi mamá hacia mi papá por haberle regalado porquerías el Día de las Madres.
3. Mi mamá confirmó que en efecto, al ver los cuneros en el sanatorio de La Luz, mi padre le pidió a ella que adivinara quién era yo. Ella, ilusionada, quizo hacerla de emoción y comenzó a señalar primero a quien obviamente no era suyo. Comenzaría con el más feo y luego elegiría al más bonito (su hijo). Así lo hizo y adivinó en la primera oportunidad.
4. Mis primeros recuerdos son: yo sentado en una mesa grande y mi abuelo Salvador (+) en la puerta de su casa;
5. escaleras que giraban, giraban y giraban alrededor de mí mientras caía;
6. mi tía Gracia correteandome por la casa de Gigantes al mismo tiempo que yo hacía caca;
7. los lazos de los puestos de El Baratillo mientras yo los esquivo sentado en los hombros de mi papá.
8. En el preescolar: había títeres los viernes;
9. un 21 de marzo adornamos con flores de papel mi bicicleta Apache;
10. me sentaba en una banquetita del patio para ver a Sandy, la primera niña que me gustó.
11. En mi casa de Gigantes: desde el patio del segundo piso platicaba con Jessi, quien me veía desde su ventana;
12. al otro lado vivía mi prima Rocío, quien me mordía cuando peleábamos.
13. hacía llorar a Hugo cuando mis papás salían de casa. Ahora él tiene 3 niños, y no soporto verlos llorar;
14. comencé a odiar la mecánica.
15. Mi abuelita Nena me enseño a persignarme.
16. Entré a la primaria a los 5 años.
17. Nos cambiamos a Tabachines, donde por las noches olía a zorrillo y por el día a guamúchil.
18. Mis primeros amigos fueron: El Güero y su hermano El Pollo, Hugo "el de enfrente", Salec, Quique y Queto.
19. Descubrí que era lento y torpe para todo tipo de juegos físicos.
20. En la primaria, dicen que fui el primero en leer y escribir. Yo sólo recuerdo que mi maestra era muy bonita.
21. La primera vez que me sentí abandonado en mi vida, lloré afuera de la escuela esperando a que fueran por mi. A Benita (quien nos cuidaba) sabe qué le pasó que se le olvidó.
22. Hice mi primer mejor amigo: Ricardo, quien vivía en la acera de enfrente, se sentaba conmigo en el salón y con quien salía en la bici casi a diario.
23. Nélida apareció en mi vida como la primera niña que me gustó en la primaria.
24. De mi abuelita Lila recuerdo: que cuando me quedaba en su casa, me contaba cuentos que se inventaba por las noches,
25. ella sentada en la puerta de su casa, tejiendo y chismeando, mientras yo leía hoistorietas o respondía sopas de letras y los domingos, por las mañanas, repartíamos "La Hojita Parroquial".
26. Cuca cuidaba a mis hermanos y por ella me llegó el gusto por la música norteña.
27. Un feliz día entré a los scouts.
28. En mi primer campamento llovió toda la noche, se nos metió el agua y lloré de frío.
29. Mis amigos más antiguos de allí, que aún conservo, son: Chino y Tere.
30. César llegó a nuestras vidas. Hugo y yo ya teníamos a quién hacer enojar. Hasta la fecha lo hacemos.
31. Cada vacaciones nos íbamos a la playa, una ciudad o un pueblo.
32. Llegó mi hermana Lidia. No la quería al principio. Ahora es la luz de mi vida, y es psicóloga.
33. Cuando niño, decía que me casaría a los 24 ó 25, porque para entonces ya habría terminado mi carrera y tendría un trabajo. Esa edad tiene César, mi hermano, y ya es papá, tiene una hermosa, inquieta y simpática niña (Grettel).
34. Recuerdo esto y trabajo en lo que sigue.

miércoles, abril 29, 2009

En la escuela

Cargo a diario con la duda. Mis manos se dedican al trabajo cotidiano, a hacer como que hago. Y todas las noches, camino a casa, pienso en lo que quiero crear llegando. Abro la puerta, entro y me acuesto a dormir. ¿Valdrá la pena creer que lo mío es esto de la escritura?, me pregunto una y otra vez. Decía Mario Bellatín en un taller al que fui, que atormentarse no sirve de nada, que debemos poner la escritura en automático, permitir que los dedos fluyan a la velocidad de las ideas. Eso es lo que funciona. Ya en la revisión se verá si vale la pena o no lo que hacemos. Me agobia tener tantos proyectos y no concluirlos. Esa es mi constante. Me pre-ocupo en lugar de ocuparme. Una y otra vez hago una lista de lo que tengo pendiente: libro de cuentos, libro de poesía acerca del tiempo, obra de teatro para títeres que ya tiene como nombre ¡¡¡FRIJOLES ASESINOS!!!, novela… De vez en vez reviso la lista, me lamento no avanzar. No avanzo. Más de una vez me rindo. En un rincón sigue mi niño, sentado, paciente, me dice que cuándo nos vamos de campamento, que no lo olvide. Esta vez volteo más a verlo que antes, platico con él más que antes, me lo llevo a volar papalotes, ahora está a un lado de mi. Lo veo emocionado. Quiero llorar con él, pero de alegría. Los hombros me duelen. Estrés. Entonces recibo una llamada. Es Jorge Triana. “Pancho, una amiga maestra quiere hacer un trabajo con los niños de su escuela. La idea es llevar a un escritor y pues le dije que tú eras el indicado.” Jorge Triana es un tipo a quien conocí organizando el primer festival internacional de cine para niños en Guadalajara. Antes lo escuchaba en Radio Universidad programando música guapachosa. Me cae bien desde entonces. Conocerlo fue como encontrar a un hermano mayor. Es quien me saca de casa cuando estoy triste, quien me dice que no me preocupe cuando caigo en rachas de desmadre sin control, es ese niño mayor que no tuve en casa. Su idea la paso por alto. No me imagino ese trabajo. Igual digo que sí.
Semanas después me habla Ceci, amiga de Triana, así dice ella. Me pregunta dónde encontrar mi libro, le digo que en el Exconvento. Va en serio la cosa. Me imagino en un salón de clases platicando. Me entusiasmo.
Después me da una fecha. Me explica que toda la escuela lee el libro y elabora trabajos. Apunto en mi agenda.
Se acercan los días y veo la fecha como una responsabilidad. La emoción comienza a llegar. Me imagino viajando, invitado a una ciudad, a otra, a un país, a uno más, para presentar mis libros, para hablar con los niños. He presentado una vez Se busca príncipe azul, pero diferente, y en tres ocasiones Cuentan de algunas letras, una en Guadalajara, una en Tequila y otra en Tepa. La de Tequila fue equis. Nadie lee, ni ve la dimensión de tener un autor en frente. Igual, la experiencia me gusta. Dicen que conecto muy bien con los niños. Eso quiero hacer. Me gusta. Esos momentos son de los que tengo clasificados como de máxima felicidad.
Le pido a Yessi que me acompañe. Se emociona. Vamos a Guadalajara, no encontramos la dirección de la escuela y llegamos media hora tarde. Conozco a Ceci. Triana, un día antes llamó para recordarme acerca de la cita y para que le contara después cómo me fue. Comenta que las maestras están emocionadas y me comentó que Ceci era guapa. No mentía. Es una escuela pequeña, en un barrio popular, muy cerca del Mercado Felipe Ángeles.
Entramos a la dirección. Ceci nos tiene preparada una mesa llena de fruta, jugo, café y carnes frías. En el mundo de la artisteada, eso se conoce como “catering”. Me siento así. Soy una estrella de rock. Por la puerta observo un pequeño mural. “Bienvenido, Francisco Rojas Cárdenas”, dice y tiene la portada de mi libro al centro.
Estoy muy nervioso. Eso se refleja en mi atuendo. Vengo vestido lo mejor que puedo, bien bañado y perfumado. La ocasión es especial. Lo amerita.
Me lleva al centro del patio la maestra Cristy, que también es guapa. Los niños aplauden. Gritan. Me sonrojo y sonrío. Todos ellos me mandan saludos y yo respondo. No sé qué decir. “Estoy emocionado”, le digo a Cristy, quien me sienta en un sillón desde donde observo lo que los niños prepararon bajo la dirección de ella. Yessi toma fotos de todo. Veo que no era necesario. Cada detalle lo voy a recordar toda mi vida.
Suena música de Era. Niños y niñas hacen una coreografía con mascadas para descubrir a los personajes del libro. Veo a todos los niños frente a mí. Detrás de ellos hay padres de familia. Quiero llorar. Es mejor de lo que he soñado. No dejo de sonreír. Saco mi libretita de apuntes de vez en cuando. Lamento no haber invitado a Rocío Coffeen, mi ilustradora. Pienso en ella mucho.
Los niños me hacen preguntas. Bromeo. Me siento pleno. La felicidad debe ser así, pienso. Los niños ríen y me pongo a sudar cuando decido leerles algo nuevo. Llevo mi carpeta de cuentos sueltos. Tiemblo. Los que hicieron de personajes me acompañan. Curiosean. Leo “Los marcianos llegaron ya”. Todos ponen atención. Ríen. Me doy cuenta en la lectura que debo corregir detalles, pero termino contento porque piden más.
La actividad termina luego de unos 40 minutos. Me invitan a ver una exposición de trabajos que hicieron en todos los grupos. Me levanto y se arrojan los niños hacia mí. Me abrazan. Quiero llorar de nuevo. No recuerdo una manifestación de cariño así en toda mi vida. Me agradecen que los haya visitado. Me piden que escriba una historia de terror. Escucho “Te queremos mucho”. Lo creo. Podría estar así siempre. Casi me tiran.
Veo la exposición. Me acompaña Yessi y las maestras. Me explican de que trata cada trabajo y pongo atención. Me piden que firme autógrafos. Lo hago unos 15 minutos. Entro a la dirección después, y las maestras me agradecen. Casi todas son guapísimas. Me invitan a un viaje. Sé que no iré, pero les digo que quizás. Le pido a Cecy el video de lo que sucedió allí.
Gracias. Gracias siempre, les digo.
Salgo y Yessi me abraza. Jamás me miró como en ese momento. Me dijo que nunca me había visto tan contento y que esto es lo mío. Lo sé. Pero no lo quiero entender.
A todo mundo le cuento la experiencia. Me emociono, pero noto que a nadie le emociona tanto como a mí. Es obvio.
Quiero seguir escribiendo. Me doy cuenta de que esos momentos yo los puedo provocar. Quiero hacer el cuento de terror para ir a esa misma escuela, salón por salón a contarlo. Quiero ir a más escuelas. Quiero que otros amigos escritores vayan también. Me doy cuenta de lo placentero que es recibir estas atenciones, y también que eso es apenas lo de encimita. Otro tipo de placer, pero no menor, es encontrar un texto concluido, al fin. Se trata de placeres por los que debo trabajar más. Si no creo en mí, es un problema que debo resolver. Lo que no se vale es dejar esperando a quienes me ven como alguien grande. La decepción es terrible. La he vivido y si en mí está no provocarla, haré lo que tengo qué hacer.
Voy a una librería. Compro una libreta Moleskin. Es un lujo. Lo vale. Los profesionales en correr autos, compran marcas buenas porque saben lo que es conducir. Yo tomo mi pluma, escribo en esa libreta y me produce mucho placer. Tengo todo. Lo único que no debo tener son pretextos. Cuestión de desearlo, hacerlo y ya, de manera automática, como dijo Bellatín, como lo hago ahora.
Hay momentos que se quedan guardados en la memoria pero que decimos que en el corazón porque nos mueve todo recordarlos. Este es uno de ellos. Así, mientras escribo estas líneas, sonrío, me sale una lagrima, otra, y me siento feliz. Cuando llegue a viejo, quiero tener muchos momentos así, tantos que no pueda dejar de contarlos. Ahora me toca trabajarlos. Sueño más cosas. Mamá dice que sueño demasiado. Le explico que no soy yo, que es el niño que vive dentro de mí y que ahora está aquí a mi derecha, de pie, leyendo lo que escribo y pasándome su brazo sobre mis hombros. Lo miro. Sonrío. Me dice que gracias, me abraza, toco su cara y le digo que no se preocupe, que estoy con él siempre. Lo invito a ver a Aziz Gual, un clown que nos visita el sábado. Lo recuerda. Le gusta que tengamos planes.
“No dejes de escribir”, me dijo Andrea hace tiempo. No lo haré, le digo a mi niño.

martes, marzo 17, 2009

Me leyeron el pajarito


A mí me encanta que me lean en pajarito. Ver que un canario (que generalmente se llama Gurrumina, quizás herencia de aquel popular programa "La Hora del Gane") sale de la jaula, saca un papelito y se regresa, y leer un mensaje que habla de mi suerte, me parece de lo más simpático y extraordinario. Acudir me parece una manera de rescatar una tradición y me divierte. La semana pasada, aproveché la oportunidad para saber cómo me irá. La sabiduría popular pajarezca me dijo lo siguiente:


El angel que en el cielo guía tu camino , me dice que te has metido en unos chismes pero no separarte del bien que amas (sic). Tus días más felices son los domingos, en este día puedes hacer un viaje o cualquier negocio para que te vaya bien y te guía una estrella muy luminosa que vela por ti. Vivirás muchos años y obtendrás el cariño de la persona que tú amas. Dentro de 18 meses será tu suerte mejor que la actual.

viernes, febrero 27, 2009

Édgar


"¿Te acuerdas de Édgar? Uno de Avellanos, casi llegando a Limas", me preguntó Fredy ayer. No lo recordaba bien. "Tenía un ciber", dijo. Entonces supe de quién hablaba.

Édgar estuvo conmigo en la primaria y vivía a una cuadra de mi casa, por Avellanos. Su casa no tenía mucho de especial, pero la de al lado era la verdadera referencia. En ella vivía un tío suyo, en un lugar de lo más misterioso. Tenía un cancel negro y muy garigoleado, con un escudo del Atlas en la puerta. La reja, invadida por enredaderas, alcanzaba a ocultar unas jaulas entre las que recuerdo a un búho.

Édgar era de los niños más altos de la escuela y tenía una voz algo ronca. Le gustaba jugar futbol, como a todos, y le encantaba jugar con mi hermano Hugo, quien en ese tiempo iba en primero o segundo de primaria.

De todos los recuerdos que tengo de Édgar, uno es al que le tengo más cariño. Una tarde que fui a jugar a su casa, sacó una grabadora de esas Sony grandotas y un casette virgen. Sugirió que grabáramos nuestras voces. ¿Cómo?, pues como en una radionovela. Entonces, sacó varias revistas de Capulinita, de esas pequeñitas que tal vez recuerden. Él tenía muchas. De allí elegimos una, ensayamos voces y al final, él hizo a Capu y yo a su abue. Nos divertimos mucho. Él era muy simpático.

Édgar era algo solitario en casa. Era el hijo menor. Vivía solo con su mamá y su hermana. Cuando terminamos, ya en la noche, la hermana llegó y agarró su grabadora mientras renegaba que la habíamos tomado. Cuando nos la quitó, se metió al baño con ella. Puso el casette y nos quedamos preocupados de que se fuera a enojar. Pero no, se puso a escuchar todo lo que hicimos.

Fue la primera vez que hice algo relacionado con lo que ahora es mi profesión.

Fredy me hizo recordar a Édgar. "Sí me acuerdo ¿Qué pasó con él?", pregunté. "Acaba de morir. Necesitaba un trasplante de riñón. Estaba en la lista y ya no alcanzó", me comentó y no supe qué responder.

miércoles, febrero 25, 2009

De la tiznada



Es Miércoles de Ceniza. El día en que los católicos nos tiznamos y prometemos cosas. Acá me preguntan qué voy a ayunar. Dejar de tomar coca o asuntos de ese tipo, siempre me ha parecido una babosada.
La idea es ofrecer a Dios un sacrificio. Pero, ¿debe ser sacrificio? Y si estos 40 días hacemos una buena acción por él y retomamos buenos hábitos. Yo prefiero así. Durante 40 días, escribiré y volveré a hacer ejercicio. Me late ofrecerle a Dios eso, en lugar de dejar de hacer cosas que ni al caso.

* Foto tomada en El Palomar, mientras me puse a escribir un rato. Me gustó.

Tiempo perdido


Retomé Momo. Recuerdo que estaba en la preparatoria la primera vez que lo leí. De ahí en adelante, me aficioné a la literatura fantástica y luego a la infantil. Y leer ahora esta novela de Michael Ende, en una edición de pasta dura, más bonita que la de entonces, me coloca en un sitio distinto, apoderado por los hombres de negro y con un signo de interrogación como respuesta cuando me pregunto a qué dedico mi tiempo.
Me preocupa la voz de mi madre, me molestan las indirectas y llamadas de atención de mis hermanos cuando un fin de semana no voy a visitarlos. Extraño a mis amigos y extrañaba mucho escribir en este espacio olvidado desde hace tres meses.
Mi papá dice: "prioridades". Y sí, como la de sentarme a leer en voz alta para alguien, la de escribir cartitas con dibujos para mis sobrinos, la de tomarme unas micheladas deliciosas de las que hace Mario en casa de Fredy, la de ir a ver al Atlas cuando viene Fausto a Guadalajara, la de ir a la lucha libre, la de abrazar en un saludo. En Momo, para los de negro todo eso es tiempo perdido, mal aprovechado. Ya decimos como algo normal: "invertí el tiempo en esto o aquello". En estos tiempos, "invertir" es un riesgo. Podemos ganar o perder. Pero creo que cuando se trata de los amigos, la familia, el libro, escribirnos a nosotros mismos, hablar con Dios, comprarnos un helado de chocolate, todo es ganar.
Dejé el blog porque me quitaba tiempo. Vuelvo porque he perdido más al no utilizar mi tiempo para escribirles por aquí.
Aquí sigo. Me reconozco. No me gusto del todo, pero trabajo en ello. Así que a escribir, a leerlos.

* La foto es tomada en mi oficina. Creo que la tomó Oriana. Lo dice todo.