lunes, junio 25, 2012

Tarea


Subo al auto, pongo un disco de los Xochimilcas, sonrío, en un alto cierro los ojos, aspiro el aire, todo el que puede caber en mis pulmones y lo voy soltando poco a poco. Voy rumbo a la escuela. No terminé la tarea con la que me evalúan el primer parcial. Sonrío de nuevo mientras escucho los acordes de una trompeta. No pasa nada. Hay cosas más importantes. Continúo mi camino luego de la luz verde y pienso en mi mamá, en que está bien, en que un linfoma no le hizo el daño que supondríamos, en que adoro verla, en mis hermanos, en lo que amo a mis sobrinos, en la gente que me quiere y que amo, en tantas cosas buenas. Hay fila. Hoy decidí salir temprano de casa. Al fin terminé el trabajo que tenía atrasado. ¡Qué paz! Suena mi claxon y una señora se acerca corriendo hacia mí. Le compro una tira de paletas de cajeta, para mis compañeros, para que no se estresen por la entrega de mañana. Me gusta ir a la escuela. Disfruto el mucho o poco reto que me representa estar ahí: desde lo intelectual hasta lo económico y la nueva administración de mi tiempo. Es sólo una tarea. La haré. La haré bien. Un poco tarde, pero no pasa nada. Mientras, disfruto el camino, sonrío, me río con mi música. Siempre hay algo más importante: vivir esta vida.

domingo, junio 24, 2012

Hazme un hijo, falso documental de un suceso verdadero


“¡Hazme un hijo!”, le grita una adolescente al que toca la guitarra en la banda de rock o de hip hop, o al vocalista, o sólo lo piensa cuando observa al chico alto de la escuela, aquel a quien todas quieren. Y después, como en un cuento de hadas, el deseo se hace realidad: ella captura la atención del galán, se hacen novios, todas la envidian y como muestra de que el amor lo puede todo, tiene ella su primera relación sexual, luego otra, y otra, o al menos eso presume ella. En este punto da inicio la puesta en escena que presenta A la deriva teatro, con la dirección de Fausto Ramírez y Susana Romo.
“Hazme un hijo. Falso documental de un suceso imbécil y hormonal”, narra, cuestiona e informa, cómo la vida de Lara (Maetzin Vázquez) cambia luego de que descubre estar embarazada de Toro, su novio. Su hermana Claudia (Viridiana Gómez “La Piña”) la acompaña en esta decisión, y su perro Patán, bueno, está ahí para que le rasquen la panza y para ofrecernos ese punto de vista masculino. O más bien, de macho (porque los animales se distinguen así, como hembra y macho).
Para el dramaturgo Enrique Olmos de Ita, el reto debió ser cómo escribir una obra dirigida a adolescentes que no cayera en la tentación panfletaria de “informar” a los muchachos acerca de su sexualidad. Entretener es un fin básico para el teatro, y es todo un reto para quien lo escribe. Aquí, los elementos simbólicos son fundamentales. Mientras Lara y Claudia discuten abiertamente acerca de la posibilidad de tener o no un bebé, porque “Lara no está preparada para ser madre”, Patán cubre  un papel aparentemente divertido, lúdico. Habla de su veterinario, de sus sueños de quedarse solo en una carnicería, de las ventajas y desventajas de ser  estéril, de su preocupación por ser suplantado por un bebé. Él es, finalmente, la voz masculina que nunca asiste al urólogo, que sueña con quedarse a solas con una chica, que jamás consideraría quedar estéril, que siendo padre sufre al ser suplantado.
De la dirección aparecen los recursos. Conscientes de que los jóvenes actuales son capaces de atender varias ocupaciones al mismo tiempo (tarea mientras chatean mientras ven televisión mientras pelean con sus hermanos), no consideran que la acción independiente de Patán sea distractora mientras Lara y Claudia discuten, recurren al video bajo el formato de falso documental para darle voz al pene, al condón, a la prueba de embarazo, al muñeco del que abusa sexualmente patán, a los papás, al novio Toro (también con apodo de animal, otro macho), y lo hacen para reforzar el discurso que aparece en escena.  
Lara hace un retrato fiel de una juventud actual: nadie puede dudar que es una adolescente; Claudia hace un retrato fiel de las chicas que al ocuparse más de su carrera, dejan en segundo término sus relaciones personales: nadie puede dudar que seguirá soltera más allá de los 30; Patán hace un retrato fiel de lo masculino: nadie puede dudar de que es un perro.
“Hazme un hijo” es un eslabón recuperado de la adolescencia en constante olvido. Nos recuerda que entre los 12 y los 17 años,  no existimos, o pretenden que no estemos aquí. Que sea una de las pocas obras de teatro donde los protagonistas sean adolescentes y de las muy escasas actividades dirigidas a este sector en una ciudad como Guadalajara, nos muestra una luz, pero también nos debe preocupar.
Hay que asistir, disfrutar, reflexionar, los sábados a las 20:30 y domingos a las 18:00 horas, en el Teatro Estudio Diana. Se recomienda comprar boletos con tiempo, porque se llena el foro. La temporada concluye el 22 de julio.
https://www.facebook.com/events/252597541508023/permalink/260566440711133/?notif_t=like