miércoles, julio 06, 2011

Fotocopia







Llegó el verano. Los salvajes han sido liberados y se disponen a invadir todas las casas, donde regar juguetes por todo el piso convierte el hogar en campo minado. Es un error caminar descalzo por ahí; el arma de un soldado, la pata de un caballo o la letal pieza de matatena, pueden encajarse en los pies del ahora prisionero que no tiene remedio. Debe soportarlos, observarlos, cuidar de ellos y mantenerlos entretenidos.
Quizás queda la esperanza de levantarse un poco más tarde. No hay que preparar el chocomilk por la madrugada, ni emprender esa tarea titánica de despertar al salvaje para enviarlo a los campos de concentración que también sirven para librarse de ellos, al menos la mitad del día. Ahora la preocupación es, ¿cómo librarse de ellos?
Para eso inventaron los cursos de verano. Lili hizo uno, José Riaño otro, en al UdeG planearon más, y así, muchos, encuentran en la época una oportunidad de hacerse de un dinerito extra. Durante un tiempo se convierten en domadores de salvajes. Entonces arman estrategias para no ser derrotados, saben que deben encontrar la manera de hipnotizarlos con algunas actividades para salir bien librados.
Voy a participar en algunos, contando cuentos, dando taller, y eso me gusta. Pero me emociona más saber que en alguna parte de la ciudad, según cuenta Edu, darán un taller de animación a la lectura donde participa una fotocopia de algún libro mío. Bueno, no hay otra manera de conseguirlos y no veo mejor noticia para mí que saber que realizan esa reproducción sin consulta, pero con el consentimiento, del autor. Todo sea por complacer a los salvajes.