lunes, febrero 14, 2011

Días de contar



Una caja de chocolates. Tío, tío. La sonrisa de Grettel. Anoche me dormí preocupado por levantarme temprano. Así lo hice. Releí un cuento de Javier Villafañe, otro de Ana María Machado, busqué algún cuento mío, me metí a bañar, me vestí, me puse la camiseta negra que Maya me regaló y salí de casa. Camino a la escuela pensé en todo lo que disfruto cuando leo para niños y todo lo que aprendo mientras los observo y escucho.

Unos honores a la Bandera con mi sobrina en la escolta y una compañera suya, de apenas cinco años, tocando el tambor, ya valieron la pena. Al final, luego de romper formación, regresaron todos los niños de aquel preescolar con sus sillas. Mientras tanto, observaba detrás del alambrado la primaria donde estuve, recordé aquel rincón donde con butacas inservibles hicimos un escondite y aquella ocasión en la que, al intentar saltar la reja, me quedé atorado de un pie y quedé colgado de cabeza.

Les tenemos una sorpresa, dice una de las maestras. Entonces me presentó. Los niños aplaudieron y con un inaudito silencio pusieron atención a lo que hacía Sebastián mientras daba la vuelta al mundo en su triciclo, y mostraban asombro por todo lo que Camilón Comilón cargaba en su cesta. A lo lejos, escuchaba que en la primaria se presentaba un mago con una botarga de Bob Esponja. Pensé en Sebastián, en Camilón, en la magia que logran producir con la imaginación de los espectadores y con su participación en la construcción de un cuento. Así narré al final el inédito de los crayones.

Fue lindo. Un regalo especial para los niños, aún más para Grettel, pero de un enorme aprecio para mí. Situaciones así refrendan mi gusto por dirigirme a ellos, por escribirles, mi compromiso de no dejarlo. Los aplausos, la atención, esas nubes invisibles llenas de imágenes que pude ver sobre la cabeza de todos y, claro, los chocolates que me dieron, valieron la pena.


Ah, hoy es día del Amor y la Amistad. Luego supe que por eso me invitaron. Nunca le tomo importancia a la fecha. Es lo de menos. Lo “de más”, fue el hígado encebollado que me invitó a desayunar mi cuñada al retirarme de la escuela.
Las fotos son tomadas por Pati. La de Grettel es después de la escolta. Linda ¿no?