lunes, diciembre 14, 2009

La no despedida

El día comienza con una llamada. Contesto. Es mi madre. "Hijo, ya me voy a Estados Unidos. Estoy en el avión. ¿Te desperté?". Apenas son las 7:30 y empiezo a razonar, a recordar lo de su viaje para visitar a sus hermanos. "Regreso el 23", dice. Entonces me quedo callado un par de segundos, de esos bien aprovechados en los que solemos pensar mil asuntos. No la vi ayer. Me tuve que quedar en Tequila por trabajo y no la vi ayer.
Desde hace días pienso en este post. Estoy en periodo de balance y evalúo cuánto gané, cuánto perdí cuando salí de Guadalajara. La FIL me sirvió para darme cuenta de que tres años son suficientes para mandarnos al olvido, para entender que muchísima gente me buscó allá mientras le serví y que ahora que no estoy en ningún medio, recibo menos sonrisas y saludos efusivos.
Me quedé a esperar la revisión del último informe de mi jefe Guillermo. Es hoy. En un par de semanas termina oficialmente mi ciclo aquí y ayer, domingo, la familia de mi papá se reunió en La Calera, en una de las dos o tres oportunidades del año en las que nos reunimos casi todos los primos y tíos en torno a mi abuela Nena. No fui. "Hay prioridades", dice mi papá. Tiene razón. No tuve manera de salir de aquí, como muchas veces sucedió en los tres años, y no recordé que hoy mi mamá saldría de viaje y la vería hasta Navidad. Ayer era el momento de estar con ella. Es cuestión de tiempo para que mi papá me vuelva a explicar esto de las prioridades y según sé, este año pasará Navidad con su familia en La Peñita. Lo quiero acompañar.
A pesar de esto, la distancia con mi familia es mucho más corta que antes. Ellos saben que estas tres semanas han sido las más pesadas del año acá y, finalmente, me regreso empezando el año y aún no sé a qué casa.
Lo decía, en el recuento han cambiado muchas cosas, he cambiado yo. Mi periodo de terapia me ha servido para entender esto del crecimiento que a veces es placentero y en ocasiones duele.
He hecho amigos, diferentes a los que tengo en Guadalajara y toco piso como nunca. Este asunto de la soberbia con la que me sentía antes de venirme quedó en el pasado, adquirí experiencia en asuntos de gestión y manejo de grupo, aprendí de mis compañeros, de mi jefe, asuntos que antes no me atreví si quiera a entender y ahora estoy más dispuesto a arriesgar.
Sí, duele no haberme despedido de mi mamá. Tenemos la dicha, en mi familia, de ser apegados, de tener muchas ganas de vernos siempre, de cantar juntos, de hacer el ridículo para que mi papá sonría, de jugar con los sobrinos, de perdonar y de comprendernos. Eso me deja tranquilo.
El paso que sigue es de planeación. Empiezo a incluir en mi literatura libros relacionados con temas empresariales y me emociona leerlos. Retomo lecturas para niños, hago planes para mi regreso y veo la manera de dejar un pie en Tequila para ayudar en el desarrollo de temas culturosos.
Dice mi madre que sueño pero no hago nada. Dice, corrijo, que ya hago algo al respecto. Lo dice cuando me hace notar cambios que he tenido acá.
En fin. Hay mucho trabajo hoy en la presidencia y a partir de mañana, mucho trabajo propio. Pero en el inter, quiero ir a Vallarta para visitar a Miriam, antes de que también se vaya de viaje, porque es de las personas que siempre me recuerda la importancia de no abandonar lo que sueño. Aquel sol siempre me ha ayudado a aclararlo todo.