domingo, julio 22, 2007

Objetos perdidos

Tequila no está lejos. Ningún lugar lo está. Cuando nos mudamos de ciudad o salimos de viaje a sitios remotos, siempre pensamos en un nuevo comienzo, en que todo se arreglará así, en que los problemas serán menos. Pero el verdadero problema es que éste lo llevamos con nosotros. No es posible ser otro porque nos llevamos con nosotros mismos y entonces, mientras no arreglemos nuestro corazón, mientras no reestructuremos lo que sale mal para que salga bien, será imposible resolver cualquier caso.
Hoy me di cuenta que desde hace muchos años tengo trabajos absorventes, sin horarios, que en ocasiones me imposibilitan para la vida. Ya lo había escuchado, pero hace poco me recordaron que lo importante
Esta tarde debía ir al cumple de mi abuelita Magdalena. Era día de reunión con todos mis primos, con los 10 hermanos de mi papá. Uno de los pocos días el año en que coindicimos y reímos y lamentamos que nos vemos poco. Quería abrazar a mi abue, escuchar las historias de mi tío Miguel, ver cómo mi tío Memo dice cosas raras y da órdenes, reirme con las ocurrencias de mi primo Toni y reclamarle a Daniel que se haya arrejuntado mientras lo felicito, porque ahora sí, soy el único soltero de los 20 primos mayores de 21 años. Quería ver a mi papá contento, bebiendo con sus hermanos, mientras todos los sobrinos, cada vez más, llegan conmigo para pedirme que les cuente una historia.
Juro que me organicé, que tenía contemplado tener listo todo mañana para en la noche llevarle serenata a mi abue en compañía de mis primos y hermanos. Pero siempre surgen imprevistos. Hoy hubo un par más. Total que no fui. Me siento mal. Estoy muy apenado.
En momentos así, es normal que pensemos en todos los motivos para estar peor: no he arreglado la casa, extravié mi cuaderno blanco con dos años de apuntes, cuentos y proyectos personales, aún no me recupero de mis deudas tontas. En fin. Todo se vuelca, y creo que estar consciente de eso, ayuda.
Lloré un poco, hablé con mi hermana (quien por cierto tiene el nombre de mis dos abuelas Lidia Magdalena), y me dijo que lo hiciera y que después me tranquilizara. "Por algo no has podido venir, no vale la pena que lo hagas, mejor quédate". Y juntos encontramos soluciones: una de ellas es visitar a mi abue mañaaa y platicar con ella. Lo demás, ya vendrá. El cuaderno no es mi memoria ni mis sueños. Aunque allí había muchas cosas valiosas, lo mejor lo tengo en mí. Ahora queda no preocuparse y ocuparse. No vine a Tequila a nua nueva vida, pero el sol de aquí, ver todos los días el volcán y el olor a mezcal de las tardes, ayudan a la contemplación.