lunes, julio 16, 2012

Chan


Ayer, domingo, el maestro Guo Yuan Fashi hablaba ayer del vivir ahora, del pasado que ya se fue y no cambiará, del futuro que no existe, pero de cómo ahora podemos dirigirnos a un destino que, no sabemos, tal vez cambie. Caminar.
Abrí el Facebook y me encontré con una invitación “Introducción a la Práctica Antigua  del Zen”, decía. Era de mi amiga Paola. ¿No importa que no sepa nada? No importa, de hecho es mejor. Apúntame. El costo era de 100 pesos. Yo creí que sería de, al menos, 10 veces más. Estaría ocho horas inmerso en un ambiente muy distinto al que acostumbro, descubriendo.
Llegué al lugar de la cita: una carpa con piso de duela en la parte trasera de un enorme jardín, en Chapalita. Me vi rodeado por mucha gente que practica yoga, que levantaba la mano cuando nos preguntaron si alguien ha practicado algún tipo de meditación, y reconozco que me estresé un poco porque los sentí con ventajas. Pero el curso que dio este, monje del Monasterio del Tambor del Darma en Taiwán, comenzó con una analogía de una taza rota, una sucia y una llena de agua. “Si echas un líquido en al rota, se tira; si echas en la sucia, no sirve ese líquido, no se puede tomar; si echas en la llena, se derrama”. Yo me sentía una taza vacía. Así que me relajé y comencé a disfrutar el día.
Sigo sorprendido. Siempre me pregunté ¿qué se hace en una meditación? ¿En qué hay que pensar? ¿A dónde nos lleva? El Chan, que según entendí es el Zen de China, me quitó esas dudas, me quitó todas las demás. No hay que dudar, no hay que pensar, sólo sentir el cuerpo propio en un estado de silencio. Nada más. Sin preguntas, sin imágenes, sin ideas. En el hoy, en el ahora.
Sentados en diferentes posturas, de pie, caminando, la meditación puede ser un estado cotidiano que nos puede hacer sonreír al interior. Todo muy simple, todo muy sencillo. Demasiado. Sin conflicto de ningún tipo.
Salí agradecido por la invitación de Pao, por la amabilidad de quienes organizaron, por la sabiduría tan básica y sin límites del maestro. Y aunque sé que no iré a reuniones de este tipo, ni me clavaré en hacerme monje, conocí una nueva herramienta para estar en contacto conmigo, mejor, ya ni me lo pregunto, veré cómo funciona su práctica en mí.
Me reconozco incapaz para explicar todo. Leí de un maestro de nombre Sheng-Yen que el Chan no afirma ni niega ningún punto de vista conceptual, “por lo tanto no necesita de un lenguaje para su expresión. Por otro lado, uno puede usar todos los recursos del lenguaje y aún así no lograr expresar lo que en última instancia es el Chan. Es por eso que el Chan trasciende conocimiento, símbolos y todo el aparato del lenguaje”.

1 comentario:

Cire dijo...

¡Felicidades! Y es apenas un atisbo a la ventanita del autodescubrimiento.