Estos días he aprendido mucho del silencio. Mi terapeuta ha insistido en que realice ejercicios de meditación, donde el silencio es fundamental para escucharme, para entenderme mejor y continuar con la vida poniéndome mayor atención.
En la música, el silencio sirve para darle sentido a lo que se escucha, en el sentido de la atención (como en un cuento que ahora escribo donde un hombre sencillo, encargado del mantenimiento de un teatro es pieza fundamental para que las orquestas se escuchen como en ningún otro lugar), y en el de la propia música, como pausa para hacer cambios en lo clásico o simplemente para sorprender, como en el jazz.
Indisciplinado, como siempre, para escribir, salgo a mi yo interno a buscar el método. Entonces comprendo la importancia del silencio. Éste me ha servido para acompañar a las letras, para captar con más claridad lo que siento y lo que pienso. Hay resultados que me gustan.
El silencio, también, lo dice todo. Nos ayuda a hablar más de lo que se cree. Recuerdo que en mi adolescencia, cuando los golpes del matamoscas dejaron de causar efecto sobre mí, mi madre utilizó un método más infalible: el silencio. Nada me dolía más que eso. Y el silencio se convirtió en mi peor castigo.
El silencio también es un grito, una imploración para solicitar espacio. Yo no sé si perdí algo de lo más importante que ahora tengo en la vida por hablar demasiado, pero recibí hace unos días un mensaje claro que creo entender: silencio, como una solicitud de distancia, de dejar ser. "Hazlo orgánico", me dijo Vanessa. Entonces dejo fluir al silencio. Ya se hablará después. Siempre hay tiempo y como en el caso del silencio de mi mamá, el amor no está en duda.
En la música, el silencio sirve para darle sentido a lo que se escucha, en el sentido de la atención (como en un cuento que ahora escribo donde un hombre sencillo, encargado del mantenimiento de un teatro es pieza fundamental para que las orquestas se escuchen como en ningún otro lugar), y en el de la propia música, como pausa para hacer cambios en lo clásico o simplemente para sorprender, como en el jazz.
Indisciplinado, como siempre, para escribir, salgo a mi yo interno a buscar el método. Entonces comprendo la importancia del silencio. Éste me ha servido para acompañar a las letras, para captar con más claridad lo que siento y lo que pienso. Hay resultados que me gustan.
El silencio, también, lo dice todo. Nos ayuda a hablar más de lo que se cree. Recuerdo que en mi adolescencia, cuando los golpes del matamoscas dejaron de causar efecto sobre mí, mi madre utilizó un método más infalible: el silencio. Nada me dolía más que eso. Y el silencio se convirtió en mi peor castigo.
El silencio también es un grito, una imploración para solicitar espacio. Yo no sé si perdí algo de lo más importante que ahora tengo en la vida por hablar demasiado, pero recibí hace unos días un mensaje claro que creo entender: silencio, como una solicitud de distancia, de dejar ser. "Hazlo orgánico", me dijo Vanessa. Entonces dejo fluir al silencio. Ya se hablará después. Siempre hay tiempo y como en el caso del silencio de mi mamá, el amor no está en duda.
2 comentarios:
Primo. Estoy de acuerdo en eso de que es más complicado manejar el silencio que en las palabras. Las palabras son simples, sirven para eso, para comunicar sin margen de error, pero quien aprende a manejar el silencio y quien sabe leerlo, lleva mucho de ventaja.
Hola niño, hacía tiempo que ya no te leía, aunque debo decirte que siempre me ha gustado mucho como escribes, también es menester decirte que la madurez en tu escritura es notoria y por ende, fascinante. Recuerdo cuando me envíaste el cuento "Miedo" me hiciste comprender que es diferente tener magia a gustar, a mi me gusta escribir y es lo que hago, pero tu ciertamente tienes arte y eso te convierte en unser privilegiado con una gran responsabilidad.
Como te lo dje hace un rato... gracias por permitir que el niño siga vivo.
Rossy
Publicar un comentario