lunes, agosto 11, 2008

Al cerro



Me tomé tres días a cuenta de vacaciones. Ese tiempo lo aproveché para saldar una cuenta pendiente que tenía desde que llegué a Tequila: acampar en el volcán.

Así fue como me puse las botas, llené la mochila de lo necesario, me compré una manga y un cuchillo y emprendí mi camino. La gente me miraba mientras pasaba, no faltó quién me diera ánimos y en la empinada subida caí en la cuenta de algo: ya no tengo 18 años. Sí, en efecto, resulta que me dolieron las rodillas, la espalda, los pies, algo que en mis tiempos de scout nunca sucedió. Recordé a Dani, quien nos decía entonces que lo que hacíamos nos lo iba a cobrar el cuerpo en algunos años. A mí, ya me cobró. Y eso que estoy más o menos en forma. Ya imagino si lo hubiera intentado el año pasado, antes de entrar al gimnasio. Ay de mí!

Mientras más me pesaba avanzar, reconocí que no podría subir todo el cerro, que lo dejaré como un reto pendiente y que era hora de encontrar un lugar. Así, luego de subir una lomita, de escuchar a los árboles de roble saludarme después de tanto tiempo y de seguir la ruta que me marcaron, llegué a un sitio pequeño, donde unas rocas me invitaron a descansar. Puse mi tienda, fui por leña, percibí un olor a zorrillo, puse la fogata y me recosté a contemplar el cielo, a pensar en lo que vivo y recordar a mi hermanos (alguien me dijo que era molesto encontrarse en una lista, pero no creo que sea tan malo): al Gurru, Amorcito, Tito, Mario, el Primo, Chino, Fer, Henrys, y muchos otros que me acompañaron en tantas caminatas. Pensaba en el ETTAH que se hizo en Tequila y ya que oscureció escuché el sonido de las hojas, imaginé un animal, volteé y allí estaban dos zorrillos, a 3 metros de mí. Me moví sigilosamente para verlos y no espantarlos ni recibir su ataque oloroso y decidí convivir con ellos mientras se sintieran bien. Cuando hice la fogata, se fueron.

Entonces bebí el mejor café que he probado en años, me hice unos plátanos, un dulce de manzana y me fui a dormir. Rico. Muy rico. No cabe duda que recuperar ciertos momentos, es increíble.

De regreso, en casa, me dolía todo. No, no soy el mismo, pero recordé cuál es mi origen y me reencontré con Dios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pero que necio eres....
cuantas veces te dije que no se acampa solo????

campanita