domingo, noviembre 25, 2007

A Florencia






Luego uno se da cuenta de que pierde el tiempo en asuntos sin tanta importancia como el trabajo. Y un día, se toma el valor para decir "basta", merezco un día, bueno dos, bueno... tres. Así fue como aproveché el bendito puente del 20 de noviembre.
En inicio, mi idea era caminar desde El Salvador hasta Florencia. Llevaría a Hugo y al Chino, pero no. Ellos tienen esposas y dijeron que nel, que mejor vamos todos a Florencia y convivimos en familia. La verdad lo veía difícil, y más cuando se acerca la Feria Nacional del Tequila ("ai quir", decía Piporro). Total que se acerca la fecha, me avisan que vaya, me la pienso, veo agenda, y mando a volar el Medio Maratón de José Cuervo, vi que al parecer ya tengo un asistente que puede ayudarme a curbrir esas ondas, y me lancé.
Fuimos Hugo y Yoli, Chino y Maty (o Mirna, es lo mismo), Tere, y Claudia (amiga de Mirna que no conocía). Cada uno con familias... Y yo, conmigo.
Ir a Florencia, Zacatecas, es toda una experiencia. Se trata de una de las primeras poblaciones de aquel estado, y se llega desde la carretera a Colotlán (por Tesistán). El camino es del todo placentero, a pesar de las curvas; lleno de paisajes, con un cielo rojo impresionante y muchos, pero muchos acantilados. Incluso, en el camino nos tocó espantar de la carretera a un grupo de zopilotes que se comían un zorro atropellado, hermosísimo en vida, de seguro.
De Florencia había oído que es uno de los centros de la Revolución Cristera más importantes. Me contaban Yoli, Hugo, luego mis papás y Lili, que había una capilla escondida, debajo de un cerro. Woooow. De verdad, conocerlo es una experiencia. La capilla, lamentablemente en ruinas (pero por otro lado con ese encanto), está tan escondido que a 10 metros, ni te imaginas que está allí. Y desde él, se pueden ver tres riachuelos encontrarse. Pocas veces en mi vida vi un sitio tan místico. Hay que dar la vuelta solo.
En el pueblo, la gente es medio güera, un poco uraña, se entiende. ¡Y hay unas cantinas...! ¡Increíbles! Empiezo a creer que las de Zacatecas son las mejores. Recuerdo una en Jerez, también de película. El caso es que en unas de esas cantinas estacionan caballos, mientras en otras, puras bicicletas. Obvio, las más lujosas son las de a caballo. Luego, cuando uno vive en un pueblo, entiende que mantener un caballo no es cualquier cosa y que aquellos que cuentan con uno en buenas condiciones, tiene con qué beber bien.
En fin. Tuve oportunidad de convivir, como se debe con mi hermano, mi primer amor (Tere. Mi primera novia, a los 11) y mi amigo de más años (desde los 8), de estar con sus familias, de cuidar los niños, jugar con ellos a que los perseguía, de GANAR en el Risk y de ver lo que pocas veces en la vida se puede... Ah. Además, me puse a escribir en la resolana con una cervecita a un lado. Aaaah! Eso es vida.
En fin. Tres días que parecieron un instante, con esa misma depresión final de saber que la vida continúa. "¿No puede ser la vida así?", me preguntó Fausto hace algunos años, cuando fuimos al Campamento Nacional de Lobatos, y vivimos una semana de lo mejor (lo mejor que viví como scout), en compañía de 10 niños.
El paseo terminó, regresé a Tequila, pero gané al darme cuenta de que puedo escaparme así, de vez en vez.


*Las fotos son de la capilla esa que mencionaba; Ana, Hamilcar (de Chino y Maty), Acalli y Zuly; El medio día del sábado, después de una granizada; todos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí, entiendo perfectamente de lo que hablas, yo tambien lo viví.
Se paso muy, pero muy rápido y nos la pasamos increiblemente bien, fue uno de esos paseos en los que absolutamente todos disfrutamos.
Nos cansamos y renegamos un poquito para llegar a la tan mentada cueva del sol, pero al final, recapitulando me da risa y considero que fue un paseo muy agradable. Hamilcar todavía me pregunta que cuando volvemos a casa de Rafa, de repente se acuerda de la cuatrimoto.
Que bueno que fuiste, es poco el tiempo que tenemos para convivir contigo, pero la calidad es lo que cuenta. Un abrazo.