jueves, agosto 11, 2011

Gracia



“Me gustó verte después de mucho tiempo. Siento que recuperé muchas cosas importantes. Te quiero mucho”, le dije con un nudo en la garganta. Después de colgar, no pude evitar llorar y sentir mucha nostalgia. Fue lo último que le dije a mi tía Gracia antes de que regresara a Estados Unidos.
Después de diez años, durante una semana llegó a visitarnos, a visitar a mi abuelito José, a estar con él. “Soñé que vino Gracia”, dijo él al día siguiente de que llegó con su sonrisa, con su voz de niña eterna, con sus ojos llenos de luz. Y, desde luego, no olvidó traerme recuerdos de mis primeros años, cuando ella me cuidaba mientras mis papás trabajaban. “¡Eras un chismoso desde entonces! Gritabas: ¡Mamáaa, Gracia no está haciendo nada, está leyendo el periósquido!”, me reprochó hace unos días, cuando le recordé a mi mamá la hora de llevarla al dentista. Caminó conmigo rumbo a la de Santiago, en Oblatos, para ir a la farmacia, a las tortillas, para detenernos con mi tía Martha a comprar un jugo en el mismo sitio donde lo compra desde que tengo uso de memoria. Iba con las dos tías que jugaban conmigo, las que me cuidaban, a las que hacía renegar, estuve tan completo como nunca.
Sentado, veía televisión, veía a la modelo que anunciaba la Mirinda. Hermosísima. Se parecía a Gracia. Como hermosísima se me hacía Rocío Durcal, quien desde luego se parecía a Gracia. Hace pocos años observé sus fotos de entonces, y ni cómo dudarlo, ya tenía buen gusto, hermosísima. Mantengo la imagen de ella corriendo tras de mí por la casa de Gigantes, yo sin calzones y haciendo caca, riendo porque no me alcanzaba. También a Gracia vestida de enfermera, afuera de casa de mis abuelos, recargada en un poste con su novio Luis, un tipo enorme y musculoso que se parecía a Lou Ferrigno. Es la primera vez que recuerdo haber sentido celos. Gracia jugaba conmigo a la pelota mientras me decía que le iba al América (entonces yo era inocente de la vida y le iba a las Chivas), me sentí decepcionado. Tiempo después aparecieron Livier y Luis Enrique, mis primos. Ella era tremendísima, inquieta, gritona, y Luis Enrique la seguía, era su pequeño cómplice. Recuerdo a mi mamá, a mi abuelita Lila, a mi tía Martha, a mi tía Chayo, todas sin idea de cómo controlar ese torbellino. La última Navidad que pasaron aquí fue en nuestra casa de Tabachines. Yo tendría 5 ó 6 años. Por la noche, la familia de Gracia se iba. Había neblina. Livier iba en su carrito rosa y a Luis Enrique lo cargaba dormido mi tío Luis. Pasaron muchísimos años cuando la volví a ver. A los demás, desde entonces no los veo.
Me impresiona sentir este vínculo que no se rompe pese a la distancia, al tiempo, me sorprende y me hace sentir más vivo. Gracia ahora se la pasa al pendiente a través del facebook. Me hace comentarios. Sabe de quién hablo cuando platico de mis amigos. Ella los conoce. Me cuida. Claro, me siento como un primer hijo para ella. “Siempre eres como una mamá para mí”, le dije esta vez.


*La foto es con mi tía Gracia y con Patricio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Javier: gracias por dedicar este tiempo y espacio para mi no te imajinas la alegria y emocion que nos causo esto, me hiciste llorar, y si, fuiste mi primer hijo y siempre lo seras, GRACIS por ser como eres,, te amo mucho, Take care, mijo.